La historia definitiva del turismo español moderno y la lucha para salvar el Mar Menor

En edición española, Voces del viejo mar

Hasta ahora no se ha escrito la historia definitiva del turismo español moderno. Cuando alguien lo haga tiene que incluir extractos del libro Voces del viejo mar por Norman Lewis, un escritor inglés que vivió un par de años en un remoto pueblo pesquero catalán a finales de la década de los cuarenta, una época antes de la llegada del turismo de masas.  Lewis contrasta la inocencia del lugar con la corrupción endémica de la política local. La comarca es un microcosmos de toda la España franquista de la posguerra. Los políticos provincianos y los terratenientes campan a sus anchas aprovechando su hegemonía para hacer todo lo que les dé la gana. Lewis observa cómo inventan el turismo, apropiándose de parcelas ajenas,  incautando las tierras adyacentes a la playa, y remodelando las viejas casas de huéspedes para crear los primeros y primitivos hoteles que abrirán sus puertas a los iniciales visitantes alemanes e ingleses. Lewis presencia el nacimiento de la industria turística catalana, la invención de la Costa Brava y los comienzos del proceso inexorable que culminará, en solo 70 años, en desastres medioambientales como él del envenenamiento del Mar Menor. Claro que quedaron por manifestarse la masificación de visitantes, la intensificación de la agricultura y la concentración de los bloques de apartamentos pero no tardarían mucho en producirse. Para los años 60 la industria había crecido como espuma y la suerte estaba echada. La contaminación ocasionada por la plaga del turismo “económico” del norte del continente europeo y la falta de una infraestructura local capaz de atenerse a las consecuencias era una combinación letal que pudiera acabar con la muerte del mar mediterráneo, comenzando por las albuferas de España.

El Mar Menor visto desde un satélite de la NASA. En la parte superior izquierda del Mar Menor se vislumbra la imagen difusa de la escorrentía que contiene los fertilizantes. La Manga es el nombre del cordón litoral que separa el Mar Menor del mar.
La Manga y su mar. Foto por Raúl Soriano. Desde el satélite no se ve el anillo de hoteles que rodean el Mar Menor

En un ensayo invitado en el New York Times (12.08.21) David Jimenez escribe sobre el estado precario de la salud del Mar Menor: “La costa española está amenazada de muerte”. Es un ensayo contundente que contiene enlaces a otros artículos excelentes que explican en detalles las causas de la catástrofe.    

En resumidas cuentas, el ecosistema del Mar Menor no es capaz de absorber la cantidad de fertilizantes que acaban en el mar.  Ellos llegan a esta laguna salada por dos rutas. En primera instancia, vienen directamente de la escorrentía de los campos que circundan el Mar Menor. Segundo y más importante aún es la devastación causada por la salmuera descargada al mar como consecuencia de la actividad de las muchas desaladoras que suministran agua potable a la población indígena y turística. (La falta de lluvia en la Región de Murcia, los trasvases inadecuados al río Segura y la sobreexplotación de los acuíferos, hacen esencial el uso generalizado de desaladoras). La salmuera es la notoria sopa verde, el residuo que las desaladoras vierten al Mar Menor: un líquido fétido que contiene una concentración de nitratos que provoca la muerte de toda la vida marina, tanto animal como vegetal.

A fin de cuentas la designación por la Unión Europea del Mar Menor como zona especial de conservación no le ha ofrecido ni una sola onza de protección contra todo lo que la sociedad haya vertido en sus aguas. Parece que desde hace 20 años el Gobierno de La Región de Murcia ha hecho poco para cumplir con la normativa europeo de protección del medio ambiente en el Mar Menor. Las reglas ambientales no son nada si no se las hacen cumplir. 

Volviendo al tema de la construcción desenfrenada que comenzó durante los años sesenta, hay un ensayo en internet por Sasha D. Pack en el que la autora señala que la legislación que pudo controlar la edificación en las Costas sí existía durante los años 60 aunque nadie se daba la molestia de imponerla:

«Construidos apresuradamente y bajo el fuerte apremio de los especuladores de tierras y de las agencias de viajes, los hoteles eran, en su gran mayoría, malas imitaciones del alto modernismo. La política económica de un turismo de alto volumen y de bajo coste no permitió la realización de una arquitectura de calidad. La venta rápida de las tierras agrícolas costeras a los especuladores inmobiliarios hizo que los precios dispararon. Como resultado de todo esto, se abandonó cualquier pretensión de crear una nueva Côte d’Azur. Muchas veces se critica al gobierno de Franco por no prevenir los horrores arquitectónicos que desfiguran las costas españolas. Sin embargo, el Régimen había adoptado leyes para el desarrollo urbanístico que obligaban la creación de espacios verdes, restringía la altura de edificios y mandaba la provisión de servicios municipales. La habitual inobservancia de estas reglamentaciones frustraron a los planificadores urbanos y las autoridades turísticas en Madrid a lo largo de los años 60. Delegaciones Provinciales continuamente informaron sobre la proliferación de construcciones turísticas que no tenían permiso de obras, mientras que los funcionarios franquistas discutían cómo se podía mejorar el cumplimiento de la ley.  Para los mediados de la década, era una rareza una urbanización turística que conformara a las normas de la planificación.»

Tourism, Modernisation, and Difference: A Twentieth-Century Spanish Paradigm Sasha D. Pack University at Buffalo  https://www.ucm.es/data/cont/docs/297-2013-07-29-3-07.pdf

Aunque la corrupción que frustra la ley no sea un fenómeno contemporáneo exclusivo de España, sería justo decir que durante y después de la posguerra el nivel de fraude en el país ha batido todos los récords. No digo que no existiera antes. Claro que existe desde el Jardín del Edén, pero sin duda alguna la impunidad con que actuaban durante los años 60, los políticos y empresarios que habían sido buenos servidores del Movimiento Nacional, ha contribuido a la fuerte prevalencia de la deshonestidad en la vida cívica que continúa hasta hoy día.

Lewis publicó Voces del viejo mar en 1984. Lo escribió basado en las notas que tomó cuando vivió en el pueblo pesquero anónimo. En el New York Times de 14/07/85 hizo la crítica del libro una tal Barbara Probst Solomon. Ella acusaba a Norman Lewis de ser nada más que un romántico egocéntrico. Decía que Lewis habría preferido que el pueblo pesquero se hubiera quedado sumido en la miseria que ser transformado en una próspera playa turística.  Según ella, era «mejor tener un paisaje contaminado con basura que un estancamiento económico”.

Para mi, esta reseña negativa solo indica que el neoliberalismo norteamericano y la corrupción española del último medio siglo van de la mano. A ninguno de los dos les interesa las consecuencias de un crecimiento económico descontrolado. 

Si Norman Lewis es el escritor que captura mejor el espíritu de los primeros momentos del turismo en plena posguerra, no hay duda alguna de que son las últimas novelas de Rafael Chirbes que mejor expresan la repugnancia general que se siente hoy en día por la corrupción y la construcción que han hecho estragos en la costa valenciana. (No hay que olvidar que Voces del viejo mar es un estudio antropológico mientras que los libros de Chirbes son novelas, aunque los dos géneros manifiesten una tendencia a solaparse.)

Chirbes publicó Crematorio en 2007 y el libro se sitúa ahí mismo, en el punto álgido del boom inmobiliario. Rubén es el malo de la película. Tiene 73 años y se ha enriquecido vendiendo «centenares de bungalows prefabricados, edificadas en terrenos dudosamente recalificados como residenciales, en ramblas, en barrancos, bungalows mal cimentados en los que solo se puede vivir durante algunos meses al año, y eso gracias a la relativa benevolencia del clima de la comarca».

Rubén financió sus urbanizaciones con el blanqueo de dinero sucio: dinero que venía directamente de la droga colombiana (los ingresos fueron obtenidos de la venta de la cocaína escondido en los intestinos de caballos importados legalmente al país), rublos que se exportaban ilegalmente de la antigua Unión Soviética y dólares que procedían de las prácticas perniciosas de los mafiosos norteamericanos. Rubén ha hecho todo lo que le haya faltado para enriquecerse. Emplea a inmigrantes sencillos como mano de obra barata y utiliza a criminales rusos para llevar a cabo sus tareas más siniestras. El libro está lleno de personajes moribundos, malogrados, hipócritas, corruptos, criminales, asesinos, adictos y enfermos. 

Muchas veces la prosa es soez, grosera y distorsionada, tal cual la vida de los protagonistas. Como el siguiente libro de Chirbes, En la orilla (2013), que cuenta la depresión económica que sigue el boom de la construcción, Crematorio es un tomo denso y de lectura difícil. A propósito el autor hace caso omiso de la mayoría de las reglas de la puntuación. Ambos son libros de cuatrocientas veinte páginas sin párrafos y sin comillas. Son intencionadamente complicados de leer. Tratan de temas incómodos: las reglas de la sociedad están rotas y el autor ha abandonado las reglas de escribir.

En la obra de Chirbes, la construcción se lleva toda la naturaleza por delante. Los naranjales son arrancados de cuajo, los cipreses y los pinos centenarios son cortados de raíz, las cepas de moscatel son extirpadas, los pozos de donde se extraía agua fría y refrescante son tapados y sellados y los huertos son convertidos en campos de hormigón. Desaparecen también los restos históricos: las ruinas árabes y romanas, (las acequias, las murallas, las albercas etc) son sepultados debajo de las nuevas urbanizaciones. 

Chirbes no trata directamente de la protección del mar pero menciona la actitud de indiferencia de los constructores para con los pantanos costeros; las marismas sirven de basurales; incluso son sitios útiles para tirar los cadáveres de los infortunados que han estorbado las actividades de los mafiosos locales. En el primer capítulo de En la orilla dos perros asilvestrados luchan por una mano humana que ha surgido de una marjal. 

La lucha para salvar el Mar Menor

Los vecinos llevan años advirtiendo a las autoridades de la lenta agonía del Mar Menor. Foto por P4K1T0

Hasta ahora los políticos no han hecho nada para prohibir el flujo de sustancias químicas al Mar Menor. Parecen contentos de reñir entre sí. Una vez más son los vecinos quienes han tomado la iniciativa. Una alianza de vecinos, ecologistas y abogados reclama que se dote al Mar Menor de personalidad jurídica. Es una estrategia extraordinaria que pretende que la laguna cuente con el derecho a existir y a defenderse, como a cualquier otra persona o empresa. Este derecho implica que, desde su aprobación en adelante, todas las partes constituyentes del Mar Menor, el agua, todos los organismos que contiene naturalmente y el suelo que lo circunda deberán estar dejados en paz y que cualquier daño sea remediado. El primer paso para que esta demanda se admita a trámite hay que obtener 500,000 firmas de votantes españolas antes del próximo 28 de octubre. Si la petición llega a esta cifra, puede ser presentada al Congreso de los Diputados. Aun así, esto solo garantiza que el asunto se debate en el Congreso. Si se obtienen las rúbricas necesarias y el Congreso le da luz verde a la propuesta, los derechos de la albufera podrán ser defendidos ante los tribunales de justicia. En el momento de escribir ya se han recogido unas 300,000 firmas y los organizadores confían en que van a ser capaces de obtener la cantidad demandada por la ley dentro del período especificado.

La masificación del turismo, la eterna construcción, la desalinización del agua, la descarga de la salmuera envenenada y la intensificación de la producción agrícola están todos vinculados. No es posible resolver uno de estos problemas descomunales sin encarar los otros.

Mural a la plaça Josep Pla de Girona, foto por Davidpar

En muchos sitios “tourist” se ha hecho una palabrota y hay un descontento público creciente. 

Sin embargo, el turismo va a continuar de una manera u otra, pero en este momento el gobierno debería anunciar una moratoria sobre la construcción porque los ecosistemas ya no pueden con el estrés de las aglomeraciones de tantas personas en las Costas. Mucha gente local cree que el gobierno debería ir aún más lejos y hacer lo impensable: iniciar un proceso de expropiación de edificios costeros inapropiados, proceder inmediatamente al desmantelamiento de estos y comenzar un programa de retorno de la vida silvestre en estas zonas, cueste lo que cueste.

Una cosa sí es cierta: el continuo crecimiento económico basado únicamente en el turismo en zonas que se están aproximando a la desertificación no es sostenible desde el punto de vista medioambiental.  

Cómo entender Tyntesfield: El programa de Al Jazeera, Perilous Jobs in Peru (Trabajos peligrosos en Peru)

1862. William Gibbs (centro), el devoto cristiano que construyó Tyntesfield con el dinero que obtuvo de los miles de esclavos chinos que fueron trabajados hasta la muerte en las áridas islas tóxicas frente a la costa de Perú

He escrito varias veces sobre Tyntesfield, la casa señorial cerca de Bristol que hoy en día es propiedad del National Trust. William Gibbs hizo construir la casa a mediados del siglo diecinueve con los ingresos que obtuvo del trabajo forzado de miles de chinos secuestrados y esclavizados. Ninguno de ellos sobrevivió. Todos fueron trabajados hasta la muerte, décadas después de la abolición oficial de la esclavitud en el Reino Unido. 

Los esclavos eran utilizados para extraer excrementos de aves (guano) en las islas del Pacífico Sur. La gran idea de importar guano al Reino Unido no se le ocurrió a Gibb hasta 1840. En sentido estricto la idea no vino de él sino de su agente en Lima. Al principio, le parecía a Gibbs un proyecto descabellado y poco rentable. Pero, antes de que él pudiese decir que no, el agente había firmado un acuerdo para comprar el guano del gobierno peruano. Por suerte, Gibbs había subestimado la manía victoriana por la jardinería. El guano se vendía como pan caliente, por decirlo así.

Se obtenía el guano de las islas Chincha, situadas frente a la costa peruana. En aquel entonces estaban cubiertas de una capa de treinta metros de profundidad de excrementos de aves marinas, en su mayoría los de los pájaros bobos, los llamados alcatraces piqueros. Había millones de toneladas listas para llevárselas.

En cantidades limitadas el guano, lleno de nitratos, fosfatos y potasios es un fertilizante ideal. Pero, su enorme concentración en las islas Chincha las convertía en áridos y cáusticos entornos muy dañinos a la salud de cualquier ser humano expuesto a ellos a lo largo de un período prolongado. Nada florecía en condiciones tan ácidas y hostiles, mucho menos los hombres que fueron mandados a la fuerza a trabajar allí.

Al principio, las excavaciones fueron llevadas a cabo mayormente por presidiarios, desertores del ejército peruano recapturados y esclavos. De esta manera el gobierno peruano mantuvo el coste de producción a un nivel mínimo e hizo que la extracción fuera lo más rentable posible.

En 1849, cuando se necesitaban mas trabajadores forzados se empezaba a introducir mano de obra china “contratada”, este término siendo un eufemismo para la esclavitud. Estos peones eran secuestrados o engañados y luego detenidos en barracones antes de ser transportados al Perú.

En el siglo decimonónico las estimaciones de la tasa de mortalidad entre los chinos raptados varían de investigador a investigador. Algunos estimaron que entre 1847 y 1859 murieron un 40 por ciento de estos culis (coolies en inglés) durante la singladura a las islas Chincha. Otros dijeron que más de dos tercios de los sobrevivientes fallecieron durante su período de “contratación”, la duración de un “contrato” siendo típicamente de unos 5 o 7 años. Además, si duraron al final del “contrato” los chinos se vieron forzados a continuar a trabajar hasta que cayeron muertos. (términos como contratación y contrato se utilizaban en un intento de evitar alegatos de esclavitud que podian haber traido ruina al negocio)

En 1860 se calculó que no sobrevivió ni un solo chino de los 4,000 transportados a las islas desde el comienzo de la industria. La brutalidad del sufrimiento de los chinos hizo que las islas tendrían menos de esclavitud y más de campos de concentración nazis. El salvajismo con el que se trataba a los chinos era bien conocido. Todos los testigos – y hubo muchos – atestiguaban que la disciplina consistía en flagelaciones y torturas.  A unos 25 kilómetros de la costa, era imposible que los esclavos escaparan nadando. El único método de evasión infalible fue él del suicidio. Según el Journal of Latin American Studies, un marinero norteamericano alegó que hubo un caso en 1853 en el que 50 chinos se cogieron de la mano y se lanzaron de un precipicio a su muerte en el mar.

Todas las tripulaciones de las docenas de barcos que acudían a las islas para llenar sus bodegas con los sacos llenos de guano comentaban sobre la barbaridad de las condiciones y habría sido imposible que ningún comerciante de guano no hubiera sido consciente de las condiciones infrahumanas que existían en las islas.

Por algún motivo perverso el National Trust sigue negándose a explicar de lleno que la riqueza de la familia Gibbs se deriva de la muerte de miles de esclavos chinos. ¿Acaso el National Trust se avergüenza de la historia de la casa, como si, al haberla comprado, fuera inevitablemente cómplice, como los Gibbs, de los horrores ocultos de su pasado, o es simplemente que les gustaría aferrarse al cuento de hadas que han contado durante años sobre el amable hombrecito cristiano que hizo su dinero vendiendo caca de pájaro? Bajo presión, The National Trust admite ahora que «las condiciones de vida eran deficientes» para los chinos que vivían en «condiciones similares a la esclavitud». Esto es como decir de Auschwitz que las cosas ahí eran difíciles para los judíos. Sólo podemos esperar que algún día, alguien con interés en la verdad herede el puesto de director de la Trust.

Mientras tanto, para el resto de los que actualmente están en la cúpula del National Trust (que tal vez simplemente no se imaginan cómo se trabajaba hasta la muerte a los chinos), hay un interesante documental de televisión sobre las condiciones de trabajo actuales en la industria del guano. En junio de 2019 el canal de noticias y documentales Al Jazeera realizó un programa llamado Perilous Jobs in Peru (Trabajos peligrosos en Perú), parte de su serie Risking it all (Arriesgándolo todo):  Perilous Jobs in Peru | Poverty and Development. El programa mostraba que la industria de recoger el guano continua, aunque hoy en día está regulada. Aun así, los trabajadores que eligen este trabajo lo encuentran casi insoportable. Los realizadores del programa visitaron la isla de Asia, un sitio rocoso y esteril, situado a un par de kilómetros de la costa de Perú. Aquí se mina el guano. Muchos de los hombres que vienen aquí a trabajar solo lo pueden aguantar un mes, algunas veces solamente una semana. Son jóvenes de la montaña, gente en buena forma física que está acostumbrada a un fuerte trabajo manual. Vienen bien equipados. Ganan el doble del salario mínimo y reciben casa y comida gratis. Pero no hay agua dulce en la isla y tienen que conformarse con 8 litros diarios para lavarse y hacer la colada. Cada siete días un barco trae más agua. Por el calor ecuatorial, el trabajo comienza a las 5 de la madrugada. La excavación del guano se hace a mano porque el uso de excavadoras mecánicas espantarían a los pájaros. Los hombres usan picos porque el guano se ha endurecido como si fuera cemento. El polvo es muy irritante, el olor amoniacal es casi insoportable y causa daño a los pulmones incluso en dosis pequeñas. El proceso de cribar el guano para eliminar las piedras y las plumas y después empacarlo en sacos produce nubes de polvo. Para protegerse del polvo los hombres se cubren la boca con pañuelos. El gobierno les da mascarillas pero no pueden respirar a través de ellas porque se atascan con el polvo. Asimismo los hombres prescinden de las viseras de plexiglás porque estas no sirven para nada con la cantidad de mugre que se acumula encima. El guano y la cantidad de insectos que viven dentro de la caca causan daños tanto al interior como al exterior del cuerpo. La isla rebosa de garrapatas que chupan la sangre. El guano sí mismo produce una reacción alérgica en la piel.  En poco tiempo los brazos y las piernas de los trabajadores están cubiertos de llagas y picaduras. Los hombres cosechan sobre 50 toneladas al día, durante el cual cada uno de ellos lleva 100 sacos de 50 kilos cuesta arriba a la plataforma de carga. Una vez terminada la jornada no hay nada que hacer en la isla. Uno de los hombres comentó con una sonrisa irónica que la isla parecía una cárcel.

Sin duda, no es difícil comprender que los hombres chinos desnutridos que fueron metidos a la fuerza en las bodegas de los barcos-prisión y llevados al otro lado del Pacífico y liberados en su estado debilitado en las islas del guano, sin equipo de seguridad, ropa de protección o instalaciones de lavado y luego con una dieta insustancial, sucumbirían fácilmente a las condiciones infernales y a la violencia física que se ejercía regularmente. No podían vivir más de unos meses o un año como máximo. Simplemente se les hacía trabajar hasta la muerte.

Understanding Tyntesfield. The Al Jazeera programme, Perilous Jobs in Peru.

1862. William Gibbs (centre), the devout Christian man who built Tyntesfield from the money he made from the thousands of Chinese slaves who were worked to death on barren toxic islands off the coast of Peru.

I have written several times about Tyntesfield, the National Trust property near Bristol that was built from the money made by William Gibbs from the labour of thousands of Chinese slaves who were worked to death in the mid nineteenth century, decades after slavery was officially abolished in Britain. 

The slaves were used to mine bird droppings (guano) on islands in the South Pacific. The great idea of importing guano into the United Kingdom occurred to William Gibbs’ agent in Lima in 1840. In the beginning, the project seemed hare-brained and unprofitable to Gibbs. But, before he could say no, the agent had signed an agreement with the Peruvian government to buy the guano. Luckily for Gibbs, in Victorian times there was an extremely lucrative demand for all things which boosted horticultural production and the bird droppings proved to be a powerful fertiliser. The guano sold like hot cakes, for want of a better expression.

The guano was obtained from the Chincha Islands, situated off the Peruvian coast. At that time they were covered in a layer of seabird droppings some thirty metres thick, mainly the excrement of Boobies, the so-called blue-footed albatross. There were millions of tons ready to go.

In limited quantities, the guano, full of nitrates, phosphates and potassium is an ideal fertiliser. But its enormous concentration on the Chincha Islands made them a caustic environment, very harmful to the health of any human being exposed to it for a prolonged period. Nothing flourished in such hostile and acid conditions, least of all the men who were forced to work there.

At the beginning the digging was mainly done by prisoners, recaptured deserters from the Peruvian army and slaves. In this way the Peruvian government kept the cost of production to a minimum and made the venture as profitable as possible.

In 1849 when replacement workers were needed (presumably because the original ones had perished), they began to import “indentured” Chinese labourers, kidnapped or duped in China and held in barracks until they were transported to Peru in prison ships reminiscent of those used to carry black slaves from Africa to Latin America.

In the 19th century, estimates of the mortality rate of these Chinese forced labourers varied from investigator to investigator. Some estimated that between 1847 and 1859, 40% of these coolies died on the sea journey to the islands. Others said that two thirds of those who survived the crossing died during their “indenture”, the duration of said “indenture” lasting 5 or 7 years. Moreover, if they lasted to the end of the “contract” the Chinese were forced to continue working until they dropped dead. (Words like indenture and contract were used in an attempt to avoid allegations of slavery which could have ruined the business).

In 1860 it was calculated that not one of the 4,000 Chinese who had been transported to the islands since the beginning of the industry had survived. The brutality of the suffering of the Chinese made the islands more like Nazi concentration camps and less like the traditional slave plantations. The savagery of the regime with which the Peruvians governed the workers was common knowledge. All the witnesses — and there were many — attested that discipline consisted of whipping and torture. And there was no escape. At a distance of 25 kilometres from the coast it was impossible to swim to the mainland. The only infallible escape was suicide. According to the Journal of Latin American Studies an American sailor alleged that there was a case in 1853 in which 50 Chinese linked hands and jumped from a precipice to their death in the sea.

All the crews of the dozens of boats that came to fill their holds with the sacks of guano commented on the barbarity of the conditions and it would have been impossible for any dealer in guano not to be aware of the subhuman conditions that obtained in the islands.

For some perverted reason, the National Trust continues to refuse to fully explain that the Gibbs fortune was based upon the death of thousands of Chinese slaves. Does the NT feel somehow ashamed of the history of the house as if, having bought the place, they are, like the Gibbs family, inevitably complicit in the hidden horrors of its past or is it simply that they’d really like to hang on to the fairy tale that they have told for years of the nice Christian man who made his money from selling bird poo? Under pressure, The National Trust now admits that “living conditions were poor” for the Chinese who lived in “slavery-like conditions”. This is like saying that in Auschwitz things were tough for the Jews. We can only hope that one day, somebody with an interest in the truth will inherit the job at the top of the Trust. 

Meanwhile, for the rest of those currently at the top of the National Trust (who may simply have no imagination of how the Chinese were worked to death), there is an interesting TV documentary on the current working conditions in the guano industry. In June 2019 the news and documentary channel Al Jazeera made a programme called Perilous Jobs in Peru in their series Risking It All. Perilous Jobs in Peru | Poverty and Development . It showed that the industry of harvesting bird droppings continues but is no longer unregulated. Even so, the work is still almost unbearable for those who volunteer for the job. The programme makers visited Asia island, a barren rocky place, a couple of kilometres off the Peruvian coast. Guano is mined here. Many men who come to work here for the first time only stay for a month, sometimes they can only stand it for a week. These are fit young men from the mountains who are used to tough manual labour.  They come well equipped.  They earn double the minimum wage and are also fed and housed for free. But there is no fresh water on the island and they have to make do with 8 litres a day for washing and laundry. A boat makes a weekly delivery of water. Work starts at 5 am because of the equatorial heat. The digging is all done by hand as machines would scare off the birds. The men use picks because the guano has set as hard as cement. The dust is very irritating, the ammoniacal smell is almost unbearable and even short periods of exposure to it will damage lungs. Sifting out feathers and stones and packing the dung into sacks produces clouds of dust. To combat this the men wear scarves over their faces. The government provides masks but the men don’t use them as they clog up with dust so they cannot breathe. Likewise they dispense with the perspex goggles that are provided as they cannot cope with the volume of grime. The guano and the insects that live in it are damaging to the inside and outside of the human body. The island is swarming with ticks which suck the blood of the workers. The guano itself produces an allergic reaction on their skin. In no time at all the arms and legs of the workers are covered in bites and sores. The men harvest about 50 tons a day, during the course of which each man carries 100 sacks weighing 50 kilos uphill to the loading platforms. Once work is over for the day there is nothing to do. One of the men commented with an ironic smile that the place was like a prison. 

Surely it is not difficult to see how undernourished Chinese men who were thrown into the holds of prison ships and brought right across the Pacific and released in their debilitated state on to the guano islands without safety equipment, protective clothing or washing facilities and then given an insubstantial diet, would easily succumb to the hellish conditions and the physical violence that was regularly meted out. They could not have lived longer than a few months or a year at the most. They were simply worked to death.

Is the Influence of the Gulf Stream on the Climate of North-West Europe Overestimated?

Photo by Daderot. It is taken for granted that Cornish gardens such as Heligan can only exist thanks to the Gulf Stream

Gardeners in Great Britain and Ireland maintain that the temperate climate of the British Isles allows them to grow plants from all over the globe. They talk of the benefits of the tropical waters that flow northeast from the Gulf of Mexico and wrap their blessed winter warmth around the fortunate shores of the British Isles, mitigating the effects of the cold that every Winter plunges down from the North Pole.

At this point you have to disregard some parroquial exaggeration. Some coastal areas in the British Isles are often shamelessly described by the domestic travel industry and by tv gardening programmes in Great Britain as “subtropical”. This term tends to cause some derision amongst non-gardeners as well as visitors from abroad. The juxtaposition of the words “subtropical» and “British Isles” tend to conjure up ludicrous images of coconut palms on Brighton beach ( I don’t mean Brooklyn, although that is just as unlikely!) In reality, all the term subtropical signifies here, is that there is less frost in Winter.

However, even this small climatic benefit could disappear. The magazine Nature Geoscience has recently published an article which shows how the Gulf Stream has been weakening for the past two millennia and how this decline has become ever more serious throughout the 20th century: https://doi.org/10.1038/s41561-021-00699-z. In the future, the Gulf Stream might not arrive at the shores of the British Isles as strongly as before. 

Indeed, it may no longer arrive at all. The New York Times points out that another potential setback to the Gulf Stream is the new obstacle in its path: a cold blob of water in the North Atlantic that has arisen just south of Greenland due to the large flow of meltwater flowing south from the North Pole. There is a possibility that this could divert the course of the Gulf Stream away from North-West Europe. (New York Times: In the Atlantic Ocean, Subtle Shifts Hint at Dramatic Dangers. 13/03/2021)

But, all may not be lost.  According to Richard Seagar in the American Scientist magazine in 2006 ( The Source of Europe’s Mild Climate ), the idea that it is the Gulf Stream which is mainly responsible for North-West Europe’s mild winters is an outdated and blindly accepted axiom which was made popular by Matthew Fontaine Maury, an American naval officer who in 1855 published The Physical Geography of the Sea, often considered the first textbook of physical oceanography. Maury wasn’t the first to chart the Gulf Stream. Benjamin Franklin did so in 1769, not as an aide to understanding the climatology of Europe but in order to help speed transatlantic mailboats. An article in the New York Times of February 6, 1980, documents the rediscovery of prints of Franklin’s original chart. (“Prints of Franklin’s Gulf Stream Chart found.”)

The first known chart of the Gulf Stream (1769), Library of Congress/Benjamin Franklin

To challenge the hegemony of Maury’s theory, Seagar pulls together the ideas of several prominent atmosphere modellers, practitioners of a modern discipline which didn’t exist prior to the 1960s, over a hundred years after Maury wrote his pioneering book. Coincidentally, it was exactly the time I was at secondary school and I well remember my old geography master, Mr Plail, alliterating the paramount importance to Britain’s farmers of the “warm, wet, westerly winds in Winter”.

According to these experts (not forgetting Mr Plail), the truth is that this warmth has more to do with the air flow in the northern hemisphere which moves from west to east, spinning south over the Rockies and subsequently veering north-west over the Atlantic, sweeping warm air away from the south-eastern states of the US and delivering it to NW Europe. 

In addition, Seagar argues that the major contribution of the sea to Britain’s mild weather is not the effect of the Gulf Stream but the simple absorption by the waters around the islands of the heat of the sun throughout the summer and their gradual release of warmth during the winter. The prevailing south-west wind, the importance of which he has already noted, helps to disperse this warmth over the land. 

Seagar says that claims in the press that any change in the course of the Gulf Stream might plunge North-West Europe into a new Ice Age in which its winters come to resemble those of Newfoundland, are alarmist and sensationalist. 

The blame, he says, lies with modern-day climate scientists who either continue to promulgate the Gulf Stream climate myth or who decline to clarify the relative roles of atmosphere and ocean in determining European climate. They always fail to mention that the poleward transport of heat by the atmosphere exceeds that by the ocean several-fold.

¿Se sobreestima el papel que la Corriente del Golfo desempeña en el clima del noroeste de Europa?

Foto por Daderot. Se da por sentado que los famosos jardines de Cornualles como Heligan solo son posibles gracias al calor de la Corriente del Golfo.

Los jardineros de Gran Bretaña e Irlanda sostienen que el clima templado de las Islas Británicas les permite cultivar plantas de todo el mundo. Hablan de los beneficios de las aguas tropicales que fluyen desde el Golfo de México hacia el noreste del Atlántico, envolviendo sus islas bienaventuradas en un baño de agua tibia que sirve para mitigar los efectos del frío que desciende cada invierno del polo norte.

Tienes que ignorar una cierta exageración local. La industria turística doméstica y los programas televisivos de jardinería de Gran Bretaña se refieren habitualmente y sin vergüenza a las “áreas costeras subtropicales” de las islas británicas. Esta terminología produce cierta burla entre los no jardineros y los visitantes del extranjero. La yuxtaposición de las palabras “subtropicales” e “islas británicas” tiende a evocar imágenes ridículas de palmeras de coco en la playa de Brighton. Hay que tener en cuenta que aquí, el término subtropical solo significa “menos heladas en invierno”.

Pero, según algunos climatólogos, hasta esa pequeña bendición podría desaparecer. La revista Nature Geoscience acaba de publicar un estudio que demuestra que la Corriente del Golfo lleva dos milenios debilitándose y la ralentización se ha hecho aún más marcada a lo largo del siglo veinte:  https://doi.org/10.1038/s41561-021-00699-z. Puede que, en el futuro, la Corriente del Golfo no siga llegando tan fuerte como antes.

Quizás, no llegue en absoluto. El New York Times señala que un nuevo obstáculo que la Corriente tiene que superar es la masa de agua fría que se ha ido acumulando en el Atlántico del norte al suroeste de Groenlandia debida a la cantidad de agua de deshielo que lleva décadas fluyendo del Polo norte. Esta masa de agua fría pudiera desviar la Corriente fuera del noroeste del continente europeo. (New York Times: In the Atlantic Ocean, Subtle Shifts Hint at Dramatic Dangers. 13/03/2021)

Pero, tal vez no todo esté perdido. Según Richard Seagar en un artículo publicado en la revista American Scientist del año 2006 ( The Source of Europe’s Mild Climate ), la idea de que la Corriente del Golfo tenga la mayor responsabilidad de los inviernos templados del noroeste europeo es un axioma trasnochado y aceptado a ciegas. Fue popularizado por Matthew Fontaine Maury, un oficial de la marina norteamericana que, en 1855, en La Geografía Física del Océano, un volumen considerado por muchos el primer libro de texto de la oceanografía física. Maury no era la primera persona para trazar el trayecto de la Corriente del Golfo. Benjamin Franklin lo hizo en 1769, aunque no lo hizo para elucidar la climatología de Europa, sino para reducir el tiempo de travesía de los barcos de correo transatlánticos. Un artículo en el New York Times del 6 de febrero de 1980 documenta el redescubrimiento de copias de la carta original de Franklin. (“Prints of Franklin’s Gulf Stream Chart Found.”)

La primera carta conocida de la Corriente del Golfo (1769). Library of Congress/Benjamin Franklin

Para cuestionar la hegemonía de la teoría de Maury, Seagar aglutina las ideas de varios expertos en la modelación de la atmósfera, practicantes de una disciplina moderna que no existía antes de los años 60, más de 100 años después de que Maury escribiera su libro pionero. Por coincidencia, los 60 fueron la década de mis años en el insti, y recuerdo bien las palabras de mi viejo profe de geografía, Mr Plail, que siempre hacía hincapié en el papel de suma importancia que desempeñan el viento y la lluvia en el trabajo de los agricultores de las Islas Británicas.  Somos, decía, los habitantes de unas islas afortunadas que gozan de vientos templados y lluviosos de componente oeste que mantienen a raya el frío del polo norte durante los meses del invierno.

Según estos expertos (sin olvidar al señor Plail), la verdad es que el origen de este calor tiene que ver principalmente con la circulación del aire en el hemisferio norte donde el aire se mueve del oeste al este. Al sobrevolar los Rockies el viento gira al sureste para virar después hacia el norte sobre el Atlántico, llevando por delante el aire caliente de los estados sudorientales de los EEUU y entregándolo a los países del noroeste de Europa.

Por añadidura, Seagar mantiene que la mayor contribución que el océano hace a la creación del suave clima británico no es el efecto de la Corriente del Golfo sino la simple absorción por las aguas alrededor de las islas del calor del sol a lo largo del verano y su subsiguiente liberación gradual durante el invierno. El viento suroeste predominante que sopla desde el mar hacia la tierra, la importancia del cual ya ha notado Seagar, ayuda a la difusión del calor.

Seagar dice que las afirmaciones en la prensa que cualquier cambio en el trayecto de la Corriente del Golfo pueda precipitar una nueva edad de hielo en el noroeste de Europa en la que los inviernos vengan a parecerse a los de la provincia canadiense de Terranova, son sensacionalistas y alarmistas.

La culpa de este malentendido la tienen los climatólogos que siguen promulgando el mito de la importancia arrolladora de la Corriente del Golfo o aquellos que se nieguen a clarificar los papeles relativos que desempeñan el océano y la atmósfera en la determinación del clima europeo. Siempre omiten mencionar que el papel que desempeña la atmósfera en el transporte de calor en dirección al polo norte es varias veces más importante que él del océano.

Fútbol en la tele

Michael Robinson, 1958-2020, delantero central de Brighton en la final de la FA Cup de 1983. Foto: Malopez 21, quien escribió, «Descanse en Paz, maestro…D.E.P»

Se nos está acabando la temporada, una temporada rara y paradójica, en la que no hemos asistido a ningún partido pero en la que hemos visto más fútbol que nunca.  El virus nos echó por tierra toda posibilidad de asistir en persona, pero, a la vez, las plataformas digitales respondieron con una oferta televisiva que garantizó que ya podíamos disfrutar de una butaca de lujo en la tribuna para cada partido de la Premier League y todo a un precio muy por debajo del coste de una entrada al estadio.

Pero, dice la gente, la tele no te da el placer de estar ahí en vivo y en directo. Además, dicen, el partido no es solamente una cosa de noventa minutos: la emoción empieza mucho antes y finaliza mucho después. Todo comienza cuando te reunes con los amigos en el pub cerca del estadio, un local abarrotado de hinchas del equipo de casa, un mar de azul o rojo o cualquier color que sea. Unas pintas más tarde todos salís juntos del bar equipados con una sensación de invencibilidad, una cosa que solo se obtiene de una mezcla de unas cervezas y mucha camaradería. Y cuando emergéis a la calle, esta se ha hecho un torrente de fans que confluye con otro y otro y otro hasta que juntos estos afluentes forman un auténtico río que, media hora después, desemboca en el estuario del estadio. Una vez que estás dentro ves como el aforo comienza a llenarse, oyes el ruido, los gritos y las bromas de siempre, compras las empanadas de mierda que se venden en los chiringuitos, escuchas a los ultras coreando sus obscenidades, tus héroes salen al terreno, y de repente se te abre de golpe la válvula de escape que suelta toda la mierda que se te ha ido acumulando a lo largo de la semana. Esta es una experiencia muchísimo más emocionante que la de estar sentado frente al televisor durante noventa minutos.

Bueno, si. Entiendo eso. Pero, espera un momento. Hace muchos años que yo no vivo en Brighton y no tengo muchas posibilidades de ver al Albion en vivo y en directo. Pero, ahora,  me he acostumbrado a ver a las Gaviotas cada semana en la tele. Antes del advento de Sky Sports en 1990 no salían nada en la tele en vivo* ― tenías que esperar hasta las 11 de la noche del sábado para ver el resumen de la jornada en la BBC en su programa, Match of the Day. Ya entonces, sólo disponías de 5 o 10 minutos para repasar la buena fortuna o la mala suerte de tu equipo.

*Esto no es del todo cierto. En 1983, el año en que Brighton descendió de la antigua Primera División, el equipo jugó la final de la FA Cup que yo vi sentado en un bar de Corfú. Empataron con el Manchester United y habrían ganado en el último minuto si su interior derecho, Gordon Smith, no hubiera desperdiciado el pase milimétricamente perfecto que le había otorgado el delantero central, un tal Michael Robinson. (Sí, él de Osasuna y Acento Robinson). Perdieron la repetición 4-0. 

Para mí, los partidos televisados esta temporada han sido un regalo. No solo para mi, sino también para muchas otras personas que no tienen la oportunidad o la inclinación a asistir en persona, es decir, los enfermos, los ancianos, los discapacitados, los cuidadores que están ocupados largas horas en casa, los trabajadores que tienen horarios laborales incompatibles. Y, por supuesto, no debemos olvidarnos de las personas que simplemente prefieren sentarse a ver el partido sentadas en el sofá o en el bar. 

Hay que mencionar también los otros méritos de la retransmisión. Desde la altura del andamio que soporta la cámara de la televisión tú tienes una vista muchísimo superior a la que se obtiene de las gradas. Desde tu perspectiva en lo alto del estadio puedes analizar los puntos fuertes y débiles de cada equipo. Tienes repeticiones de varias cámaras situadas a ángulos distintos, y te beneficias de las observaciones de los comentaristas ― bueno, eso quizás no. Llegas a conocer a tu equipo a fondo. Desde tu asiento en el palco puedes contemplar la totalidad del partido como si fuera una actuación no sólo estratégica sino también estética y apreciar mejor la interpretación artística del beautiful game. El fútbol es, en las palabras del título de la autobiografía del antiguo futbolista británico, Alan Hudson, The Working Man’s Ballet, El ballet del obrero.

Este largo confinamiento, que rezamos que esté llegando a su fin, ha demostrado que hay otro público que quiere que siga la retransmisión en directo de todos los partidos de la Premier. Es un público que no puede o no quiere superar los obstáculos que les impiden asistir al partido en persona, especialmente si se trata de uno de esos encuentros que no arrancan hasta las ocho. ¿Cuántas horas tardas en salir de un estadio de 50,000 personas de la Premier League después de un partido? ¿Cuántas horas esperas hasta que llegue un bus, un tren, o un metro que ya no esté a punto de reventar?  Y mientras esperas siempre hay un grupúsculo de mamarrachos que buscan una pelea y no les importa que sus víctimas no pertenezcan al bando de los hinchas visitantes: van a por quienquiera, siempre y cuando superen en cantidad el número y la fuerza de sus contrincantes. Además, estás en Inglaterra, tu equipo ha perdido el encuentro, son las once de la noche, está lloviendo, los bares han cerrado y hace un frío de carajo.

Si te interesa el fútbol, desplázate hacia abajo para leer “La Media Inglesa: el fútbol inglés por ojos españoles” 20 Nov 2020 y “¿Puede que el fútbol sea la clave para erradicar el racismo?” 7 Jan 2020.

The Sadness of Queen Elizabeth II and the Meaning of the Funeral of Prince Philip

The Queen and Prince Philip, the Duke of Edinburgh in New Zealand, January 1954. Foto: ArchivesNewZealand

It is the saddest sight, that of the tiny figure of the Queen sitting alone in the choir stalls, almost lost in the immensity of the chapel of St George. She has on a long black overcoat and a black broad-brimmed hat. A black mask covers her mouth and her nose. Only her eyes can be seen, eyes that closely observe the coffin of the man who until now has been her constant companion. She is the survivor of a marriage that has lasted 73 years. 

She leads by example. She wears her mask and she sits on her own because there is no one in her bubble. She doesn’t even allow herself the comfort of having her children by her side. That would go against the rules imposed by the government in its attempt to curb the spread of the virus. Although Covid is in retreat and we’ve seen the relaxation of preventative measures there is still no permission to lower your guard completely and for her it is more important to show solidarity with her people than to have the consolation of another person sitting hip to haunch. Throughout her nearly 70 year-long reign she has always done her duty, obeyed the rules and resisted the temptation to express openly her point of view on matters of politics. Curiously, it is not her place to comment publicly on matters of State and she has uncritically backed the policy of whatever government has been in power.

However, for many English people the funeral is the latest episode in the best soap drama on the telly, better even than Coronation Street and EastEnders and they react to the death of Prince Philip the same way as they react to the death of any senior member of the cast of a long-running TV melodrama: it is sad to lose someone like the Duke of Edinburgh, a character that has been on the programme since you were born but, at the end of the day, he was only a bit player; his role was to be the tall, irascible partner of the Queen. However, he was best known amongst the viewing public for putting his foot in it. For example, during a visit to China, he warned a group of English students that they shouldn’t stay in the country too long as they would get slitty eyes.

For these people, the true importance of the funeral is the opportunity it gives for gossiping about the members of the family who have been invited to the ceremony and those that have been left out: “What will be the attitude of other members of the family towards Harry and Meghan? Why in the funeral procession are Harry and William separated by one of their cousins? I don’t like that dress”. etc, etc, etc. For these people the sense of loss portrayed by the players is just part of the plot. They even think it’s great to see them suffer because this is theatre.

However, nobody would ever admit to that.

For republicans, and there are many of us (this country is divided just the same as many others when it comes to the form of government we ought to have), the monarchy is merely a tool of the Establishment and the good fortune, the bad luck and the scandals of the royal family serve to divert public attention away from more pressing social concerns and necessary reforms. Its continued existence is nothing more than another method of accustoming us to the normality of a society based on privileges; an attempt to discourage those of us who would like to see a world built upon a basis of rational principles.

Well, whatever you think is the function of the monarchy, you have to feel compassion for a woman who has sacrificed her whole life for what she believes to be important and who maintains scrupulously her dedication to her people, even if such dedication means that she sits on her own in the choir during the funeral of her only true lifelong friend. 

La tristeza de la Reina Isabel II y el significado del funeral del Príncipe Felipe, el Duque de Edimburgo

La Reina y el Duque de visita a Nueva Zelanda en enero de 1954. Foto: Archives New Zealand

Que espectáculo más triste, el de la pequeña figura de la Reina Isabel II sentada a solas en la sillería del coro, casi perdida en la inmensidad de la capilla de San Jorge. Usa un largo abrigo negro y lleva un sombrero negro de ala ancha. Una mascarilla negra le cubre la boca y la nariz. Solo se asoman sus ojos, los ojos que miran detenidamente al féretro del hombre que hasta ahora ha sido su compañero perpetuo. Ella es la sobreviviente de un matrimonio que ha durado los últimos 73 años. 

Ella predica con el ejemplo. Tiene la mascarilla puesta y se sienta sola porque ya no hay nadie dentro de su burbuja. Ni siquiera se permite el consuelo de tener a sus hijos a su lado.  Eso iría en contra de las reglas impuestas por el gobierno en su intento de detener la propagación del coronavirus. Aunque el Covid está en retirada y hemos visto una relajación de las medidas preventivas aún no hay permiso para bajar la guardia del todo y para ella es más importante mostrar solidaridad con su gente que sentir el alivio de tener otra persona sentada cadera con cadera. A lo largo de todo su reino de casi 70 años siempre ha cumplido con su deber, ha obedecido todas las reglas y ha resistido la tentación de expresar abiertamente su punto de vista sobre cualquier tema político. Curiosamente, no le corresponde opinar públicamente sobre asuntos de Estado y ha refrendado asiduamente la política de cualquier gobierno que haya estado en el poder.

Sin embargo, para muchos ingleses el funeral es el último episodio en el mejor culebrón de todos, mejor aún que Coronation Street y EastEnders y la gente reacciona a la muerte del Príncipe Felipe igual que responde frente a la muerte de cualquier miembro mayor del reparto de otra telenovela de larga duración. Es triste perder a alguien como el Duque de Edimburgo, un personaje que ha estado ahí en el programa desde que naciste pero al fin y al cabo era un actor secundario; su papel era el de ser el alto e irascible compañero de la Reina. Era más famoso entre los telespectadores por sus meteduras de pata como, por ejemplo, cuando durante una visita a China les advirtió a unos estudiantes ingleses que sus ojos se les quedarían rasgaditos si permanecieran demasiado tiempo ahí. 

Para estas personas, la verdadera importancia del funeral es la oportunidad que la ceremonia les ofrece de cotillear sobre los miembros de la familia que han sido invitados a las honras fúnebres y los que han sido omitidos. “¿Cuál será la actitud de otros miembros de la familia para con Harry y Meghan? ¿Por qué en la comitiva fúnebre caminan Harry y William separados por uno de sus primos? No me gusta ese vestido”. etc etc etc. Para esta gente el sentido de pérdida que representan los intérpretes es solo una parte de la trama. Incluso le mola que sufran porque esto es teatro.

Pero, no  hay nadie que admita eso.

Para los republicanos, y somos muchos (este país está dividido igual que muchos otros con respeto a la forma del gobierno de la que deberíamos tener) la monarquía es meramente otra herramienta de la clase dirigente y tanto los funerales como los otros infortunios y escándalos de la familia real solo sirven para desviar la atención del público fuera de cuestiones sociales más apremiantes. Su existencia continuada no es nada más que otro método de acostumbrarnos a la normalidad de una sociedad basada en privilegios; un intento de desanimar a los que quisiéramos ver un mundo construido sobre una base de principios racionales.

Bueno, pienses lo que pienses de la función de la monarquía, tienes que sentir compasión por una mujer que ha sacrificado toda su vida por lo que ella cree es importante y que mantiene escrupulosamente su dedicación a su pueblo, aunque esta constancia quiere decir que ella se siente sola en el coro durante el funeral de su único auténtico amigo de toda la vida.

Talking of princesses who study in Wales – have you ever thought of going to university there?

A very long time ago I read Sociology at the University College of North Wales in Bangor. During the first year I lived in a hall of residence in the upper part of town. My room was on the top floor and from the balcony you could see the mountains of Snowdonia National Park. Every morning in the winter, I would wake to the beautiful sight of the snow-covered peaks. It was around then that I fell in love with Wales.

Peter Bruster.Snowdonia inWinter

From then on I have always taken at least one break a year in Wales, like many of my fellow Englishmen. Wales has a wilder and more mountainous countryside than England, its next door neighbour. And, generally speaking, its beauty spots are not all ruined by pubs, food vans and souvenir shops.  It is much less crowded. The majority of its coasts are unspoilt and are not marred by huge tourist developments. 

CADW/Visit Wales. St Cwyfan’s Church, Anglesey, with the mountains of Snowdonia in the distance

Wales is the only nation in the world that has an uninterrupted footpath that runs the entire length of its coast: a very picturesque walk, 870 miles long. The only important exception is the north coast between Chester and Llandudno. The heavy industry on the estuary of the River Dee is followed by a succession of not particularly attractive towns plus an endless string of caravan sites. The latter are miles long and dominate whatever coastline isn’t already built up. For the last seventy years these caravans have been supplying cheap holidays to north-west England and they are not about to go away, given the difficult economic years that are on their way. (This could be a bit snobbish and unjust.)

geograph.org.uk: a bench with a view

The rest of the coast is a pure delight, especially the west and the south – high cliffs, remote churches, deserted beaches, interesting little towns and villages. It’s a land of castles, built mainly by the Normans and the English in their attempts to subdue the people and to ward off any foreign threat. The coastal path passes some magnificent fortresses, Conwy, Caernarfon, Harlech, Chepstow and Beaumaris being some of the best examples. (In the case of St Donat’s which I mentioned in last month’s post, the way crosses the concrete platform which protects the grounds of the castle from the onslaught of high tides.) But the footpath passes many other places of historic interest, St David’s cathedral in the south west corner of the country in particular.

James Preston. St Davis’s Cathedral viewed from the Bishop’s Palace

If you like hiking, Wales is the ideal place. It’s criss-crossed by short and long-distance routes. I recommend Offa’s Dyke Path which follows the route of the embankment that King Offa of Mercia (a kingdom in central England which existed in the Early Medieval Period) built in the sixth century to control the border with Wales. The path doesn’t follow the present border but weaves in and out of both countries. It’s a journey you can complete in 10 or 11 days. There is an offshoot called Glyndŵr’s Way which leads you some out of the way places in central Wales. 

George Evans. Hatteral Ridge on Offa’s Dyke Path. Cairns mark the route

Wales is a bit reminiscent of Galicia. I know, because I’ve lived in both countries. The climate is similar: it rains “from time to time”. But it doesn’t get hot in Wales in the summer: the temperatures in Wrexham or Brecon don’t reach those you’ll find in deepest Galicia, in Lugo or Ourense. The two countries also have the same surface area and more or less the same number of inhabitants. In Wales, Galicia and all agricultural and livestock rearing countries, the rural population is scattered. Galicia has millions of cows but Wales specialises in sheep. I don’t know the ratio of people to sheep but I do remember an interminable succession of fields of sheep on Offa’s Dyke Path, a nightmare if you are walking with a dog. Although Wales is a mountainous country, its ranges are not as high as those of Galicia. Wales is a bilingual country, but unlike Galician, the autochthonous language doesn’t bear any relation to the national language of the State in which it is situated; it is a Celtic language that has descended from the speech of the Ancient Britons who retreated to the north and west of these islands to escape from the incursions of the Germanic invaders during the early centuries of the Common Era. If, at that time the Welsh had defeated the Anglo-Saxons it is possible that all the people who live in Great Britain would now be speaking Welsh. One final thing about Galicia: the University College of North Wales in Bangor hosts the Centre for Galician Studies in Wales.(The Centre has a good library.)

Although Wales is a bilingual country, its own language is heard at its best in the north and west. Here, hidden away behind the mountains, Welsh has remained intact for many centuries and generations of Roman, Norman and Anglo-Saxon invaders have had to retreat in the face of brave resistance from fierce Welsh warriors. (Well, things didn’t happen exactly like that, but it sounds more romantic to say it in that way.) The last leader who mounted an armed rebellion against the British crown was the iconic hero of modern Welsh nationalists, Owain Glyndŵr, the man who took on the forces of Henry IV at the beginning of the fifteenth century. Glyndŵr did well but, in the end, he failed in his attempt to liberate his country because he lacked the artillery and the naval power to protect the territory and the strongholds that he had captured.

In cities like Caernarfon in the north-west, Welsh is the only language you will hear. The irony is that it is hardly heard in the capital, Cardiff / Caerdydd, close to the border with England, where it only makes an appearance on road signs. There are people who say that nowadays Welsh is losing ground to English but there are others who say the language is on the up.

The University of Wales has four principal colleges: Bangor, Aberystwyth, Swansea and Cardiff. They are all bilingual but you can study many units and modules through the medium of Welsh. Clearly, you have to be able to speak the language well. However, the Department of Welsh and Celtic Studies is available to those who wish to learn Welsh from scratch; this degree in Welsh for beginners lasts four years.

There you have it. If you are young and you are good at languages, this is an opportunity to learn about the culture, history and literature of the most thriving Celtic language in the world. Besides, if you wish to complement your studies with outdoor sporting activities, hiking, climbing, windsurfing, coasteering or whatever, then this is your place.

Y hablando de princesas que estudian en Gales, ¿Has pensado tú alguna vez en ir a la universidad allí?

Hace muchísimo tiempo yo cursé sociología en el Colegio Universitario del Norte de Gales en Bangor. Me quedé el primer año en una residencia estudiantil situada en la parte alta de la ciudad. La habitación estaba en el piso superior y desde el balcón se veían las montañas del Parque Nacional de Snowdonia. Cada mañana durante el invierno yo despertaba a la hermosa vista de la sierra cubierta de nieve. Fue por aquel entonces que me quedé enamorado de Gales.

Peter Bruster. Snowdonia en Invierno

Desde entonces a esta parte tomo por lo menos una vacación al año allí, igual que muchos de mis compatriotas. Gales tiene un paisaje más agreste y montañoso que el de su vecino inglés. Además, por lo general, sus lugares de belleza no se ven estropeados por pubs, chiringuitos y tiendas de recuerdos. Tiene mucho menos habitantes por kilómetro cuadrado. La mayoría de sus costas están intactas y no se ven empañadas por grandes urbanizaciones turísticas.

CADW/Visit Wales. La iglesia de San Cwyfan en la costa occidental de Anglesey con las montañas de Snowdonia a lo lejos

Gales es la única nación en el mundo que tiene un sendero ininterrumpido que recorre toda la costa: un camino muy pintoresco de unos 1400 kilómetros de largo. La única e importante excepción se encuentra en la costa norte. Entre Chester y Llandudno está la industria pesada del estuario del río Dee, seguida de una sucesión de ciudades poco atractivas y un sinfín de parques de caravanas. Estos parques kilométricos dominan toda la extensión del litoral que no esté ocupado por las ciudades. A lo largo de los últimos setenta años estas caravanas han ido proporcionando vacaciones económicas a la gente del noroeste de Inglaterra y no se van a desaparecer pronto, dados los años económicos difíciles que se nos están acercando. (Esto puede ser un poco snob e injusto).

geograph.org.uk. Banco con vista

Pero, el resto de la costa es pura delicia, especialmente el oeste y el sur – altos acantilados, iglesias remotas, playas desiertas, pequeñas ciudades y pueblos interesantes. Es un país de castillos, construidos en su mayoría por los normandos y los ingleses en sus intentos de dominar al pueblo y prevenir ataques de fuera. El sendero costero pasa por unos alcázares magníficos, siendo Conwy, Caernarfon, Harlech, Chepstow y Beaumaris unos de los mejores ejemplos. (En el caso de San Donato que mencioné en el post del mes pasado, el camino pasa por la plataforma de hormigón que protege los terrenos del castillo de los embates de las mareas altas). Pero el camino pasa por muchos otros sitios de interés histórico, en particular la catedral de San David situada en el rincón suroeste del país. 

James Preston. La Catedral de San David vista del Palacio del Obispo

Si te gusta el senderismo, Gales es el sitio ideal. Está atravesado por rutas de corta y larga distancia. Recomiendo el Offa’s Dyke Path que sigue la ruta del dique que el Rey Offa de Mercia (un reino en el centro de Inglaterra que existió en la Alta Edad Media) hizo construir en el siglo sexto para controlar la frontera con Gales. El sendero no sigue la frontera actual de los dos países sino que se entrelaza con la línea limítrofe, el recorrido alternando continuamente de un lado al otro. Se puede completar en 9 o 10 días. Incluso existe el Camino de Glyndŵr que te conduce a unos de los sitios más remotos del centro del país. 

George Evans. Hatteral Ridge, en el sendero de Offa’s Dyke

Gales se parece un poco a Galicia. Ya sé, porque he vivido en ambos países. Los climas son parecidos: llueve “de vez en cuando”. Pero no hace calor en Gales en el verano; las temperaturas veraniegas en Wrexham o Brecon raras veces igualan las que se experimentan en la Galicia profunda, en Lugo o Ourense. Los dos países tienen también el mismo número de habitantes y una superficie más o menos igual.  En Gales, Galicia y todo país agropecuario, la población rural está distribuida de una forma esparcida. Galicia tiene millones de vacas pero Gales se especializa en ganadería ovina. No sé la proporción entre ovejas y seres humanos pero yo recuerdo una interminable sucesión de campos de ovejas en el sendero de Offa’s Dyke, una pesadilla si vas acompañado de perro. Aunque Gales es un país montañoso, sus cordilleras no son tan altas como las de Galicia. Gales es un país bilingüe pero, a diferencia del gallego, el idioma autóctono no guarda relación alguna con el idioma del Estado del que forma parte; es un idioma celta que ha descendido del habla de los antiguos británicos que se retiraron al norte y al oeste de estas islas para escapar de las incursiones de los invasores germánicos durante los primeros siglos de la Era Común. Si en aquel entonces los galeses hubieran derrotado a los anglosajones es posible que toda la gente en Gran Bretaña estuviéramos hablando galés ahora. Una cosa final sobre Galicia: el Colegio Universitario del Norte de Gales en Bangor alberga el Centro de Estudos Galegos de Gales. (El centro goza de una buena biblioteca.)

Aunque Gales es un país bilingüe, su propio idioma se oye más y mejor en el centro y en el oeste. Aquí, detrás de las montañas, la lengua ha permanecido intacta durante muchísimos siglos y generaciones de invasores romanos, normandos y anglosajones se han visto obligados a dar marcha atrás frente a la resistencia valiente de los feroces guerreros galeses. (Bueno, las cosas no ocurrieron exactamente de este modo, pero suena más romántico decirlo así.) 

El último líder que montó una rebelión armada contra la corona británica fue el héroe emblemático de los nacionalistas galeses modernos, Owain Glyndŵr, el hombre que luchó contra las fuerzas de Henrique IV a comienzos del siglo quince. Glyndŵr hizo bien pero, al final, él fracasó en su intento de liberar su país porque le faltaban la artillería y la fuerza naval para proteger el terreno y las fortalezas que había capturado. 

En ciudades como Caernarfon, en el noroeste, el galés es el único idioma que oyes. Lo irónico es que apenas se oye en la capital, Cardiff / Caerdydd, cerca de la frontera con Inglaterra, donde el idioma solo hace acto de presencia en la señalización de carretera. Hay gente que dice que hoy en día el galés está cediendo terreno al inglés aunque igualmente hay otros que dicen que la lengua está en auge. 

La Universidad de Gales tiene cuatro colegios principales: Bangor, Aberystwyth, Swansea y Cardiff. Todos son bilingües pero se pueden estudiar muchos módulos y unidades a través del galés. Claro que tienes que ser capaz de hablar el idioma bien. Sin embargo, el Departamento de Estudios Galeses y Celtas del Colegio Universitario de Aberystwyth está a disposición de quien desee estudiar el idioma desde cero; esta carrera de filología galesa para principiantes dura cuatro años. 

Ahí lo tienes. Si eres joven y posees el don de idiomas, esta es una oportunidad de aprender la cultura, la historia y la literatura del idioma celta más pujante del mundo. Además, si quieres complementar tus estudios con los deportes al aire libre, el senderismo, la escalada, el windsurf, el coasteering o lo que sea, este es tu sitio.