
Sales de este museo recordando cosas positivas. Más que nada recuerdas el amor y respeto a sus padres y abuelos que tienen las segundas y terceras generaciones de inmigrantes. Y lo orgullosos que están de la aportación útil que todos sus parientes han hecho a nuestra sociedad.
La exposición actual, Todas nuestra historias (All our Stories), «reúne el trabajo realizado por el museo a lo largo de la última década, junto con nuevas historias y obras de arte que ponen de relieve la importancia de la migración en nuestras vidas.»

La cita encima es del librillo Todas nuestra historias que acompaña la exposición. Más que un folleto y menos que un libro, la publicación de 50 páginas solo te costará una donación, pero cómpratela porque lo encapsula todo relacionado con el tema y es una explicación esencial del espíritu y naturaleza del museo. Sus artículos sobre el trabajo del museo son muy sucintos, destilados e informados, van al grano y clarifican los muchos términos que caracterizan el debate sobre la migración.
El mensaje del museo es de fácil asimilación.
Como decía George Alagiah, el recién fallecido corresponsal y presentador de la BBC que nació en Sri Lanka, creció en Ghana y se hizo adulto en Inglaterra, el museo es «un lugar donde se cuenta la historia de Gran Bretaña en todo su colorido y variedad. Un Reino Unido de pueblos. Eso es lo que representa el Museo de la migración.»
Eso es lo que hace el museo: se centra en las historias personales de los migrantes y sus familias. Demuestra que somos todos iguales, cualquiera que sea nuestra etnia, nuestro color o nuestra religión. Somos todos miembros los unos de los otros.
Estrena tu visita viendo el cortometraje que se ha preparado sobre la historia de este pequeño trocito de tierra fría que no fue habitable hasta hace 10,000 años, la época en la que se derritió el hielo y nuestros ancestros pudieron llegar desde la masa continental europea. Sí, desde el primer instante en el que el primer ser humano pisó esta isla, todos somos inmigrantes. La película concluye hablando de los recién llegados de Ucrania. (Esperemos que finalmente nuestros gobiernos en el oeste cumplieran su palabra y les diera la ayuda militar que les hace falta para que ellos puedan hacer lo que les anhela hacer: volver a su propio país. Pero eso se deja por ver.)
El museo evita ser rencoroso y vitriólico. Eso no quiere decir que se encoja a la hora de señalar la vergonzosa manera con la que tratamos a muchos inmigrantes y cómo los utilizamos para desviar la atención fuera de nuestros propios fracasos políticos y económicos.
Por ejemplo, en la exposición Chart of Shame (La muralla de la vergüenza), se muestran las portadas de la prensa británica cara al notorio referéndum de 2016 sobre nuestra permanencia en la Unión Europea. Se demuestra que, en vez de analizar las posibles repercusiones económicas terribles de autoexcluirnos del bloque comercial más grande del mundo, la prensa ayudó a convertirlo todo en un voto contra los inmigrantes. Liz Gerard, otra periodista, hizo una colección de todas las portadas de los periódicos nacionales de aquel año en que 287 de ellas llevaban un titular hostil dirigido indiscriminadamente a la presencia de cualquier extranjeros en nuestro país.

Ella lo describe así: «Los periodistas entienden muy bien las diferencias entre migrantes de la Unión Europea y los de otros países del mundo; entre refugiados, solicitantes de asilo e inmigrantes ilegales – pero algunos periodistas se dieron el gusto de crear la impresión general de una masa amorfa empeñada en invadir nuestro país con la intención de cambiar nuestro modo de vida. Es más fácil echar la culpa al «otro» que asumir nuestra responsabilidad por todo lo malo de nuestra sociedad. Y es una vergüenza para mi oficio».
El mensaje del museo es que la historia de este país que nos ofrecen los periódicos está entregada patas arriba y para que tenga sentido hay que darle la vuelta. Solo entonces podemos ver que no es cierto que los inmigrantes dependan de nosotros, sino que nosotros dependemos de ellos. Es decir, sin inmigrantes, nunca vamos a conseguir nada. Ellos son los médicos y enfermeros de nuestro sistema nacional de salud, trabajan en nuestros laboratorios, son nuestros científicos e inventores, los conductores de autobuses y taxis, nuestros músicos y autores, están a cargo de nuestro sector de hostelería y restauración, son el personal de las universidades, profesores y catedráticos, son presentadores y corresponsales de la televisión, y desempeñan un papel esencial por toda la gama de la industria británica: son empleados de las fábricas, trabajadores agrícolas, ayudantes domiciliarios y limpiadores de oficinas y hogares. Constituyen la mayoría de los jugadores habituales de la Premier League de nuestro deporte nacional. Tanto es así, que 9 de los 11 titulares de la selección inglesa para la Eurocopa 2024 eran hijos y nietos de inmigrantes. Si se les hubiera excluido de la selección, sólo John Stones y Phil Foden habrían podido jugar.
El museo nos recuerda que también decenas de miles de nosotros, los mismísimos británicos, hemos dejado nuestro país de origen y nos hemos ido a vivir a otras partes del globo. Nunca debemos olvidar que somos todos migrantes. David Olusoga, el historiador de la esclavitud y la discriminación racial, dice en la pagina 52 de Todas nuestra historias que «una de las estadísticas más asombrosas y significantes es, tal vez, la menos conocida. Entre la batalla de Waterloo en 1815 y el estallido de la primera guerra mundial en 1914, 22 millones de británicos se zarparon para hacerse habitantes de otros países o ciudadanos de las colonias británicas».
El museo no emprende campañas políticas. No ofrece soluciones a los problemas logísticos a los que se enfrentan tanto el gobierno como los inmigrantes. Las exposiciones se limitan a dar testimonio de las experiencias de los migrantes, tanto las buenas como las malas, El museo hace exactamente lo que hace un buen museo: enseña todo relacionado con el tema central. La única diferencia entre este y otro museo más histórico es que las cuestiones que aquí se enfocan y se abordan son presentes, actuales, están pasando ahora, son reales y candentes, y muchas de ellas quedan por ser resueltas.
La cosa que yo nunca he entendido bien es por que, en su mayor parte, los solicitantes de asilo no tienen el derecho de trabajar mientras que están esperando la resolución de su caso particular, un embargo que produce toda una serie de problemas absurdos. Este porcentaje de inmigrantes suele llegar aquí sin dinero y sin techo. El número de personas afectadas varía de mes en mes pero el gobierno estimaba, a finales de Marzo de 2024 que, en ese momento, la cifra ascendía a más de 117,000. Aunque el gobierno no les da dinero, el gobierno acepta la responsabilidad de albergar a estas personas y darles de comer. Esto resulta en la creación de una industria de alojamiento privado (no siempre de una calidad aceptable). Muchos solicitantes de asilo esperan más de un año para una decisión sobre su futuro. Durante este periodo no están permitido buscar trabajo y la consiguiente espera tan larga puede tener un efecto muy desmoralizante. También, este alojamiento cuesta un ojo, algo que da lugar a un resentimiento no solo entre los racistas británicos, sino también entre el público normal y corriente. A la vez que estos solicitantes de asilo no tienen nada que hacer, el Reino Unido experimenta una escasez de mano de obra a largo plazo. Es por eso por lo que la situación es absurda.
Sin embargo la situación puede mejorarse. No tiene que ser así. Sería fácil darles permiso de trabajar, dándoles un número de seguridad social que les diera la oportunidad de buscar trabajo y sentirse útiles, y con suerte, apreciados. A la vez el ministerio de trabajo y pensiones podría controlar sus movimientos utilizando el mismo número. Así se cubrirían vacantes de empleo, los empleados cobrarían un sueldo, encontrarían su propio alojamiento y pagarían su propio alquiler. Sería una situación en la que todos saldrían ganando.
Finalmente pero no menos importante es la función educacional que desempeña el museo. Cada año miles de estudiantes de primaria y secundaria pasan por sus aulas donde aprenden el valor positivo de la migración. En el 2027 el museo se va a mudar a calle Fenchurch en el centro de Londres. En su nuevo hogar el museo disfrutará de recursos didácticos más amplios y sofisticados, capaces de acomodar más de 20,000 estudiantes anualmente. También, como ya lo hacen, se enseñarán cursos de formación del profesorado, y por supuesto, otros más generalizados sobre la inclusión e integración social.
Por el momento el museo se encuentra en el shopping de Lewisham en el sureste de Londres, a solo unos trescientos metros de una de las terminales de la DLR*. Hay que decir que el museo se encaja bien en su hogar provisional en este barrio multiétnico del sureste de Londres.

Pero, no tienes que esperar hasta el año 2027. Visítalo ahora y no te pierdas la exposición actual. Es un antídoto a las mentiras que se van promulgando tan destructivamente en los medios. Y no te olvides de visitar la librería. Tienen un gran surtido de libros sobre la migración.
* El DLR es un sistema de tren ligero plenamente integrado en el sistema de transporte de Londres: el DLR comparte billetes con el metro y puedes moverte entre las dos redes sin obstáculo alguno; sus líneas aparecen en los mapas del metro como parte de la red. Todos los trenes del DLR son de conducción automatizada.
Links
Migration Museum: https://www.migrationmuseum.org/
The Centre for Global Development: #LiftTheBan: Why UK Asylum Seekers Don’t Have the Right to Work #LiftTheBan: Why UK Asylum Seekers Don’t Have the Right to Work | Center For Global Development
