Cómo entender Tyntesfield: El programa de Al Jazeera, Perilous Jobs in Peru (Trabajos peligrosos en Peru)

1862. William Gibbs (centro), el devoto cristiano que construyó Tyntesfield con el dinero que obtuvo de los miles de esclavos chinos que fueron trabajados hasta la muerte en las áridas islas tóxicas frente a la costa de Perú

He escrito varias veces sobre Tyntesfield, la casa señorial cerca de Bristol que hoy en día es propiedad del National Trust. William Gibbs hizo construir la casa a mediados del siglo diecinueve con los ingresos que obtuvo del trabajo forzado de miles de chinos secuestrados y esclavizados. Ninguno de ellos sobrevivió. Todos fueron trabajados hasta la muerte, décadas después de la abolición oficial de la esclavitud en el Reino Unido. 

Los esclavos eran utilizados para extraer excrementos de aves (guano) en las islas del Pacífico Sur. La gran idea de importar guano al Reino Unido no se le ocurrió a Gibb hasta 1840. En sentido estricto la idea no vino de él sino de su agente en Lima. Al principio, le parecía a Gibbs un proyecto descabellado y poco rentable. Pero, antes de que él pudiese decir que no, el agente había firmado un acuerdo para comprar el guano del gobierno peruano. Por suerte, Gibbs había subestimado la manía victoriana por la jardinería. El guano se vendía como pan caliente, por decirlo así.

Se obtenía el guano de las islas Chincha, situadas frente a la costa peruana. En aquel entonces estaban cubiertas de una capa de treinta metros de profundidad de excrementos de aves marinas, en su mayoría los de los pájaros bobos, los llamados alcatraces piqueros. Había millones de toneladas listas para llevárselas.

En cantidades limitadas el guano, lleno de nitratos, fosfatos y potasios es un fertilizante ideal. Pero, su enorme concentración en las islas Chincha las convertía en áridos y cáusticos entornos muy dañinos a la salud de cualquier ser humano expuesto a ellos a lo largo de un período prolongado. Nada florecía en condiciones tan ácidas y hostiles, mucho menos los hombres que fueron mandados a la fuerza a trabajar allí.

Al principio, las excavaciones fueron llevadas a cabo mayormente por presidiarios, desertores del ejército peruano recapturados y esclavos. De esta manera el gobierno peruano mantuvo el coste de producción a un nivel mínimo e hizo que la extracción fuera lo más rentable posible.

En 1849, cuando se necesitaban mas trabajadores forzados se empezaba a introducir mano de obra china “contratada”, este término siendo un eufemismo para la esclavitud. Estos peones eran secuestrados o engañados y luego detenidos en barracones antes de ser transportados al Perú.

En el siglo decimonónico las estimaciones de la tasa de mortalidad entre los chinos raptados varían de investigador a investigador. Algunos estimaron que entre 1847 y 1859 murieron un 40 por ciento de estos culis (coolies en inglés) durante la singladura a las islas Chincha. Otros dijeron que más de dos tercios de los sobrevivientes fallecieron durante su período de “contratación”, la duración de un “contrato” siendo típicamente de unos 5 o 7 años. Además, si duraron al final del “contrato” los chinos se vieron forzados a continuar a trabajar hasta que cayeron muertos. (términos como contratación y contrato se utilizaban en un intento de evitar alegatos de esclavitud que podian haber traido ruina al negocio)

En 1860 se calculó que no sobrevivió ni un solo chino de los 4,000 transportados a las islas desde el comienzo de la industria. La brutalidad del sufrimiento de los chinos hizo que las islas tendrían menos de esclavitud y más de campos de concentración nazis. El salvajismo con el que se trataba a los chinos era bien conocido. Todos los testigos – y hubo muchos – atestiguaban que la disciplina consistía en flagelaciones y torturas.  A unos 25 kilómetros de la costa, era imposible que los esclavos escaparan nadando. El único método de evasión infalible fue él del suicidio. Según el Journal of Latin American Studies, un marinero norteamericano alegó que hubo un caso en 1853 en el que 50 chinos se cogieron de la mano y se lanzaron de un precipicio a su muerte en el mar.

Todas las tripulaciones de las docenas de barcos que acudían a las islas para llenar sus bodegas con los sacos llenos de guano comentaban sobre la barbaridad de las condiciones y habría sido imposible que ningún comerciante de guano no hubiera sido consciente de las condiciones infrahumanas que existían en las islas.

Por algún motivo perverso el National Trust sigue negándose a explicar de lleno que la riqueza de la familia Gibbs se deriva de la muerte de miles de esclavos chinos. ¿Acaso el National Trust se avergüenza de la historia de la casa, como si, al haberla comprado, fuera inevitablemente cómplice, como los Gibbs, de los horrores ocultos de su pasado, o es simplemente que les gustaría aferrarse al cuento de hadas que han contado durante años sobre el amable hombrecito cristiano que hizo su dinero vendiendo caca de pájaro? Bajo presión, The National Trust admite ahora que «las condiciones de vida eran deficientes» para los chinos que vivían en «condiciones similares a la esclavitud». Esto es como decir de Auschwitz que las cosas ahí eran difíciles para los judíos. Sólo podemos esperar que algún día, alguien con interés en la verdad herede el puesto de director de la Trust.

Mientras tanto, para el resto de los que actualmente están en la cúpula del National Trust (que tal vez simplemente no se imaginan cómo se trabajaba hasta la muerte a los chinos), hay un interesante documental de televisión sobre las condiciones de trabajo actuales en la industria del guano. En junio de 2019 el canal de noticias y documentales Al Jazeera realizó un programa llamado Perilous Jobs in Peru (Trabajos peligrosos en Perú), parte de su serie Risking it all (Arriesgándolo todo):  Perilous Jobs in Peru | Poverty and Development. El programa mostraba que la industria de recoger el guano continua, aunque hoy en día está regulada. Aun así, los trabajadores que eligen este trabajo lo encuentran casi insoportable. Los realizadores del programa visitaron la isla de Asia, un sitio rocoso y esteril, situado a un par de kilómetros de la costa de Perú. Aquí se mina el guano. Muchos de los hombres que vienen aquí a trabajar solo lo pueden aguantar un mes, algunas veces solamente una semana. Son jóvenes de la montaña, gente en buena forma física que está acostumbrada a un fuerte trabajo manual. Vienen bien equipados. Ganan el doble del salario mínimo y reciben casa y comida gratis. Pero no hay agua dulce en la isla y tienen que conformarse con 8 litros diarios para lavarse y hacer la colada. Cada siete días un barco trae más agua. Por el calor ecuatorial, el trabajo comienza a las 5 de la madrugada. La excavación del guano se hace a mano porque el uso de excavadoras mecánicas espantarían a los pájaros. Los hombres usan picos porque el guano se ha endurecido como si fuera cemento. El polvo es muy irritante, el olor amoniacal es casi insoportable y causa daño a los pulmones incluso en dosis pequeñas. El proceso de cribar el guano para eliminar las piedras y las plumas y después empacarlo en sacos produce nubes de polvo. Para protegerse del polvo los hombres se cubren la boca con pañuelos. El gobierno les da mascarillas pero no pueden respirar a través de ellas porque se atascan con el polvo. Asimismo los hombres prescinden de las viseras de plexiglás porque estas no sirven para nada con la cantidad de mugre que se acumula encima. El guano y la cantidad de insectos que viven dentro de la caca causan daños tanto al interior como al exterior del cuerpo. La isla rebosa de garrapatas que chupan la sangre. El guano sí mismo produce una reacción alérgica en la piel.  En poco tiempo los brazos y las piernas de los trabajadores están cubiertos de llagas y picaduras. Los hombres cosechan sobre 50 toneladas al día, durante el cual cada uno de ellos lleva 100 sacos de 50 kilos cuesta arriba a la plataforma de carga. Una vez terminada la jornada no hay nada que hacer en la isla. Uno de los hombres comentó con una sonrisa irónica que la isla parecía una cárcel.

Sin duda, no es difícil comprender que los hombres chinos desnutridos que fueron metidos a la fuerza en las bodegas de los barcos-prisión y llevados al otro lado del Pacífico y liberados en su estado debilitado en las islas del guano, sin equipo de seguridad, ropa de protección o instalaciones de lavado y luego con una dieta insustancial, sucumbirían fácilmente a las condiciones infernales y a la violencia física que se ejercía regularmente. No podían vivir más de unos meses o un año como máximo. Simplemente se les hacía trabajar hasta la muerte.

Tyntesfield, transparencia y la trata de esclavos chinos (3)

Tyntesfield chapel: By PJMarriott, CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=53589423

En la serie televisiva Great British Railway Journeys el presentador, Michael Portillo, baja del tren para visitar Tyntesfield1. Uno de los guías le enseña el lugar y le explica que William Gibbs no tenía ninguna responsabilidad por la esclavitud de los chinos. Dice textualmente que “fue el gobierno peruano que llevaba a cabo la actividad minera”. En otro eufemismo típicamente británico admite que las condiciones de trabajo eran “bastante adustas”. No había ninguna mención de los miles de esclavos chinos que fueron forzados a trabajar hasta la muerte en la explotación del guano. En lugar de eso, oímos que William Gibbs era abstemio, un pilar de la clase dirigente, un miembro de la iglesia anglicana tradicional y un hombre dedicado a la oración matutina y vespertina.

Luego en 2018 pusieron el programa en el que Alan Titchmarsh elogió a William Gibbs en un tono deferencial, respetuoso y, hay que decirlo, francamente adulador2. Titchmarsh estaba anonadado por la fortuna que este cristiano tan venerable e ingenioso había creado de la importación de una sustancia tan humilde y tan barata.

Fue entonces, después de escuchar esta sarta de tonterías, cuando escribí a la oficina de atención al cliente de la National Trust (NT). Como sabéis, me aseguraron de que todo estaba cambiando en la NT: el programa presentado por Titchmarsh fue cosa de hace dos años y nunca volverían a hablar de Tyntesfield de la misma manera: “estamos intentando hablar más sobre la historia horrorosa de la industria guanera y como la familia Gibbs obtuvo su riqueza de ella.” En el futuro presentarían “una historia fiel, abierta e inclusiva de la mansión y sus lazos a la industria guanera.”

Pero hace unas semanas viene el programa que la NT acaba de hacer en colaboración con el Channel 4: en George Clarke’s National Trust Unlocked3 volvieron a pintar a William Gibbs como un comerciante muy exitoso que hizo su agosto vendiendo un montón de caca de pájaro. Una vez más, oímos la misma inocencia, oímos los mismos tópicos, oímos la mismísima “nota de humor” y escuchamos la misma versión expurgada de lo que pasó.

Después de la última entrada del blog escribí a Hilary McGrady, directora general de la NT, preguntándole la razón por la cual la NT seguía hablando del guano sin mencionar a los esclavos y el papel que cada uno de ellos había desempeñado en la creación de la fortuna de familia Gibbs. La señora McGrady lleva toda una vida trabajando en marketing. Entiende muy bien los beneficios de la buena publicidad y el valor de las buenas relaciones con su público.

Ella no se dignó a contestar.

No entiendo porque la NT se considera obligada a ser apologista por un hombre que hizo construir su casa señorial con las ganancias que el obtuvo de un campo de concentración victoriano. No entiendo los motivos por los cuales la NT sigue con la farsa de insistir que William Gibbs era un caballero honrado y un empresario ingenioso.

¿Piensa el consejo de dirección de la NT que la gente dejaría de visitar estas atracciones si se diera a conocer que fueron construidas sobre la tortura y la muerte de los auténticos creadores de la fortuna que dio origen a la casa y sus terrenos? Yo creo que esto es un ejemplo de pensar al revés. Hablando por lo general, el público de la NT es gente educada de la clase media y se compone de personas que preferirían ser informadas de la verdadera historia del lugar. La realidad es que la mayoría de los socios de la NT solo quieren pasar un día agradable con la familia, recorriendo una casa de interés histórico, dando un paseo por los jardines bien cultivados y comiendo algo sabroso en el restaurante. Lo que no quieren es que la NT les engañe con tonterías.

Es grotesco y mentiroso que la NT siga limitándose a decir que es muy gracioso que un hombre hubiese hecho una fortuna de la caca de aves suramericanas. Porque no es la verdad. El valor fue creado por los esclavos. Sin los chinos secuestrados y encarcelados en las islas Chincha, Gibbs no podía haber comprado el guano a un precio tan reducido y haberlo vendido por unas ganancias tan altas. No reconocer esto es un insulto a la inteligencia de los socios de la NT. Más importante todavía es que representa un insulto a la gente china que fue sacrificada tan cruelmente al afán de lucro.

Las vidas chinas importan también.

Referencias

1 Great British Railway Journeys S7 Ep 14. BBC 2015. Actualmente este episodio no se puede ver en la BBC. Sin embargo, hay una copia de baja calidad en YouTube.

2 Secrets of the National Trust S3 Ep 6, 08/08/2018. Channel 5.

3 George Clarke’s National Trust Unlocked S1 Ep 4, 13/09/20. Channel 4.

Tyntesfield, transparencia y la trata de esclavos chinos (2)

Elevación frontal de Tyntesfield. Wikimedia Commons. Foto por Bs0u10e01

Hace unas semanas vi un programa en el Channel 5 de Gran Bretaña. Se llamaba Secrets of the National Trust (Los secretos de la National Trust) en el que el presentador, Alan Titchmarsh, elogiaba a William Gibbs, el hombre que hizo construir Tyntesfield, su casa señorial.

Titchmarsh describió Gibbs como un cristiano maravilloso, un hombre amable y respetable, un hombre que había amasado una fortuna de una manera tanto ingeniosa como cómica: se le había ocurrido importar a Inglaterra una cantidad ingente de caca de pájaro del Perú, y lo había hecho unos 74 años antes de que se abriera el canal de Panamá; había traído en barco, cientos de miles de toneladas de excrementos casi 20 mil kilómetros por mar del Perú a Inglaterra y la había vendido por un dineral. ¡Qué hombre tan ingenioso e inofensivo!

Escribí a la National Trust y Channel 5 diciéndoles que cabía puntualizar que miles de chinos secuestrados tuvieron que morir en un campo de concentración para que Gibbs pudiese construir su fabulosa mansión y fue imposible que Gibbs no supiera nada de las condiciones de trabajo de los mineros. Era de conocimiento general entre los capitanes y las tripulaciones, los representantes de los exportadores (Gibbs era solo uno de muchos exportadores internacionales), los periodistas y diplomáticos. Incluso, existían fotos y dibujos del secuestro, abuso y tortura de los chinos.

Hay un buen resumen de los acontecimientos en inglés en The History of the Peruvian Guano Industry y se lo puede encontrar en el blog Jeff’s Travels at https://yaffle53.wordpress.com/2014/05/22/a-history-of-the-peruvian-guano-industry/. Incluye fotos y dibujos de la época.

Gibbs sabía lo que hacía, pero se sentía protegido por la ética cristiana victoriana. En la Gran Bretana del siglo 19 la desigualdad racial era un hecho aceptado. Sí, se había abolido la esclavitud negra pero eso no quería decir que los victorianos creyeran que la gente negra fuera su igual. Los negros eran reconocidos como seres humanos pero no eran los iguales del hombre blanco. Eran los recipientes de la simpatía de los abolicionistas, pero, al fin y al cabo, pertenecían a una raza inferior. No merecían ser tratados como animales pero eso no quería decir que tuvieran el derecho de considerarse los iguales del hombre blanco. Así fue con los chinos también.

Desde esa creencia generalizada en la inferioridad de otras razas fue un paso muy corto al desprecio. Y el desprecio por otros seres humanos lleva rápidamente a una indiferencia a su destino y lo que pudieran sufrir antes de su muerte.

Como buen cristiano, William Gibbs rezaba y se dejaba guiar por Dios. Todo formaba parte del eterno plan del Señor para el desarrollo del mundo. Según la lógica del día, Dios había creado los animales para servir a los seres humanos y había creado las razas humanas inferiores para ser instruidas y dominadas por los blancos. Por desgracia, algunos tendrían que dar su vida por el mayor beneficio de la humanidad (es decir, la humanidad blanca) y así cumplir la voluntad de nuestro Hacedor.

Recibí contestas de las oficinas de atención al cliente. Las dos respuestas, tanto la del Channel 5 como la de la National Trust tienden a ser algo formulaicas: están escritas en el lenguaje de las relaciones públicas; están diseñadas a tener un efecto tranquilizador; emplean eufemismos en vez de llamar las cosas por su nombre.

La portavoz de la National Trust escribió así:

“Somos conscientes por toda la National Trust que nos queda más por hacer en el análisis de las fuentes de la riqueza detrás de los edificios de que somos los guardianes. El programa se rodó hace 2 años y siguió la pauta según la cual representábamos a la casa y la familia en aquel entonces. Ahora, en todas las posesiones de la National Trust, estamos acelerando nuestros esfuerzos para investigar y destacar los lazos al colonialismo y la esclavitud, y como se adquirieron las riquezas que permitieron su construcción. Ahora en Tyntesfield estamos intentando hablar más sobre la historia horrorosa de la industria guanera y como la familia Gibbs se benefició de ella. El año pasado, por ejemplo, se presentó en Tyntesfield una muestra fotográfica de Olli Hellman, “$tow High en Transit”, que destacó la disparidad entre la riqueza de Tyntesfield y la decimación de las islas Chincha en que se minaba el guano. Esta muestra era temporal. Sin embargo, la interpretación continúa para que se asegure que podemos presentar una historia fiel, abierta e inclusiva de la mansión y sus lazos a la industria guanera.

A fin de abordar sus inquietudes, hemos hablado con los de Channel 5, y le van a escribir a usted, informándole que van a introducir una modificación al programa que refleje este punto de vista.

Por último, puede interesarle saber que a mediados de septiembre vamos a publicar un informe que destaca los lazos entre la esclavitud y el colonialismo en nuestros lugares en Inglaterra, Gales y el Norte de Irlanda; además este informe nos permitirá a poner al día las páginas web de nuestras propiedades y las explicaciones que se ofrezcan en los edificios mismos.

Gracias por tomar el tiempo para escribir a nosotros, y por compartir sus inquietudes. Espero que usted quede asegurado que hayamos hecho un compromiso para garantizar que estas historias se cuenten entera y honestamente.”

Ella dice que “El programa se rodó hace 2 años y siguió la pauta según la cual representábamos a la casa y la familia en aquel entonces”. Evidentamente, la portavoz no ha leído la guía de la National Trust de 2020 en la que se dice que la casa “fue creada para la familia Gibbs para que celebraran sus logros, criaran a sus hijos y compartieran su dedicación a la familia y la fe” y la historia de William es de “un amor joven …..una familia estrechamente unida, y la creación de una gran fortuna”.

No, aquí en la guía actual, no hay ninguna mención de los chinos que obligaron a trabajar hasta que murieran.

En su email la portavoz escribe también de la exposición, $tow High in Transit, una decena de yuxtaposiciones fotográficas en las que se contrastaban la riqueza de la casa y el jardín de Tyntesfield con los estériles y cáusticos entornos de las islas Chincha. Estas fotos estaban expuestas en caballetes esparcidas por toda la casa. No tenían ni explicación ni pies y no ilustraban la vida de los mineros. A falta de ninguna otra explicación, habría sido muy fácil que un visitante a la casa concluyera de las fotos que William Gibbs era nada menos de un genio y prestidigitador que había hecho aparecer una fortuna como por arte de magia y sin causar daño a nadie.

Es todavía más difícil creer que la National Trust haya hecho borrón y cuenta nueva cuando acaban de grabar, hace unas semanas, otro programa sobre Tyntesfield en el que incidieron en los mismos errores de siempre.  Esta vez lo han hecho en colaboración con el Channel 4. En la última entrega de George Clarke’s National Trust Unlocked (13/09/20) le pintan a William Gibbs como un comerciante muy exitoso que hizo su agosto vendiendo un montón de caca de pájaro. Una vez más, vemos la misma inocencia y los mismos tópicos, oímos la mismísima “nota de humor” y oímos la misma versión expurgada de lo que realmente pasó. Qué reconfortante.

Los del Channel 5 me enviaron esto:

“Channel 5 agradece todas las opiniones de sus espectadores y gracias por tu email y tus observaciones acerca de Tyntesfield y sus vínculos con los mineros esclavidos. Hemos examinado esta cuestión. Rodamos este programa hace más de un año y nos dejamos guiar por la Trust y la manera en la que, en aquel entonces, ellos presentaban la historia de la casa y la familia. No creemos que el programa fuera engañoso, pero sí reconocemos que era lamentable no reconocer la pésima situación de los trabajadores que cosechaban el guano. Tenemos entendido que la Trust ahora está reconsiderando la manera en que se presenta el pasado de sus propiedades, y está acelerando sus esfuerzos para investigar y presentarlo al público en el contexto de las historias mundiales, explicando a la vez, las fuentes de la riqueza con las que los edificios se construyeron y se amueblaron. A fin de reflejar eso, vamos a añadir una ficha al programa para explicar este aspecto de la historia y la respuesta de la Trust. De vez en cuando Los secretos de la National Trust tiene un estilo bastante desenfadado y el programa se concentra en las casas y sus secretos físicos, pero, sobre las tres series el programa ha reconocido los vínculos a la esclavitud y las relaciones con el pasado imperial británico.  Sin embargo, lamentamos que no lo hicimos en este caso particular. Te agradecemos que hayas llamado nuestra atención a este punto.”

Pedí dos veces una clarificación del término “añadir una ficha” pero el personal de Channel 5 no se dieron la molestia de responder. Creo que se trata de insertar un texto, un comentario o talvez un enlace a una página web.

El portavoz dice también que “era lamentable no reconocer la pésima situación de los trabajadores que cosechaban el guano”. Cosechar es un verbo que suscita imágenes románticas de campesinos que siegan campos de trigo dorado o recogen a mano las frutas y verduras de una huerta. Cosechar no es un verbo que describe la realidad de los mineros de las Chinchas quienes fueron forzados a trabajar en condiciones infrahumanas hasta que murieran de agotamiento, tortura y enfermedad. El mero uso del verbo indica la falta de comprensión por parte del portavoz.

Este es un tema central de la historia de Tyntesfield. No es suficiente que añadan una ficha. El programa debería volverse a grabar para explicar debidamente la verdadera relación entre Tyntesfield y la manera en la que se amasaron los fondos para su construcción.

La exposición, “William Gibbs, Desde Madrid a Tyntesfield.”

(A translation into English can be found below)

Su padre, Antony Gibbs (1756 – 1816), en su carrera inicial, fue representante de una empresa inglesa que exportaba tejido de lana. En 1778 Antony volvió a su patria chica, el condado de Devon en Inglaterra donde estableció su propia fábrica de tejidos. Sin embargo, el negocio fracasó y Antony fue declarado en quiebra.

En 1789 Antony se decidió a volver a España con el intento de liquidar sus deudas, restableciéndose como agente de varias empresas exportadoras británicas.  Le acompañaba su mujer. Su hijo, William, nació en Calle Cantarranas 6, Madrid, el día 22 de Mayo del año 1790. Pero, su madre no soportaba el calor de los veranos madrileños y en 1792 ella decidió a volver a Inglaterra, llevando consigo a los 3 hijos, Harriet, Henry y el bebé William.

Los fines del siglo dieciocho y los comienzos del decimonónico fueron tiempos difíciles para cualquier persona que quisiera establecer y sostener relaciones comerciales entre Inglaterra y España. Las guerras se sucedieron una tras otra: la Guerra anglo-española (1796–1802), otra Guerra anglo-española (1804-1809) y la Guerra de la independencia española (1808 – 1814).

Fue durante este período que Antony Gibbs decidió a centrarse en América Latina en busca de nuevos socios comerciales. Entre los comerciantes británicos de la época esta estrategia comercial ya se había hecho la sabiduría convencional. Todos se habían dado cuenta de que los países suramericanos estaban buscando su independencia de los imperios español y portugués y preferían fortalecerse y aliarse económica y políticamente por un intercambio de bienes con países europeos prósperos y antagónicos a España. Los comerciantes británicos reunían ambas características. Para 1808 un 40% de las exportaciones británicas ya estuvo destinado a suramérica.

Antony Gibbs tenía dos ventajas sobre sus competidores. No solo sabía español sino también contaba con mucha influencia en el sistema judicial británico: su tío Vicary Gibbs, era fiscal general y fue por su intervención que Antony pudo obtener permiso en 1806 por su barco, Hermosa Mexicana, a pasar sin trabas por el bloqueo naval británico que controlaba las aguas costeras de Francia y España.

Mientras tanto, su hijo, William, asistía al cole en Inglaterra y dividía su niñez entre Inglaterra y España. De 1806 a 1808 fue aprendiz en Bristol en la compañia naviera de su tío paternal, George Gibbs, un hombre que se había hecho rico, entre otras actividades comerciales, en la trata de esclavos. En 1813, a la edad de 23 años William se hizo socio del negocio de su padre, trabajando de gestor de la sucursal de Cádiz. 

En 1816 su padre murió y William y su hermano Henry se hicieron con el control de la empresa. La gran idea de importar guano al Reino Unido no se le ocurrió a William hasta 1840 cuando ya tenía cinquenta años. En sentido estricto la idea no vino de él sino de su agente en Lima. A principio, le parecía a William un proyecto descabellado y poco rentable. Pero, antes de que el pudiese decir que no, el agente había firmado un acuerdo para comprar el guano del gobierno peruano. Por suerte, William había subestimado la manía victoriana por la jardinería. El guano se vendía como pan caliente, por decirlo así.

Obtuvo el guano de las islas Chincha, situadas frente a la costa peruana. En aquél entonces estaban cubiertas de una capa de treinta metros de profundidad de excrementos de aves marinas, en su mayoría los de los pájaros bobos, los llamados alcatrazes piqueros. Había millones de toneladas listas para llevárselas.

En cantidades limitadas el guano, lleno de nitratos, fosfatos y potasios es un fertilizante ideal. Pero, su enorme concentración en las islas Chincha las convertía en áridos y cáusticos entornos muy dañinos a la salud de cualquier ser humano expuesto a ellos a lo largo de un período prolongado. Nada florecía en condiciones tan ácidas y hostiles, mucho menos los hombres que fueron mandados a la fuerza a trabajar allí.

A principio, las excavaciones fueron llevadas a cabo mayormente por presidiarios, desertores del ejército peruano recapturados y esclavos. De esta manera el gobierno peruano mantuvo el coste de producción a un nivel mínimo e hizo que la extracción fuera lo mas rentable posible.

En 1849, cuando se necesitaban mas trabajadores forzados se empezaba a introducir mano de obra china “contratada”, este término siendo un eufemismo para la esclavitud. Estos peones eran secuestrados o engañados y luego detenidos en barracones antes de ser transportados al Peru.

En el siglo decimonónico las estimaciones de la tasa de mortalidad entre los chinos raptados varían de investigador a investigador. Algunos estimaron que entre 1847 y 1859 murieron un 40 por ciento de estos culis (coolies en inglés) durante la singladura a las islas Chincha. Otros dijeron que más de dos tercios de los sobrevivientes fallecieron durante su período de “contratación”, la duración de un “contrato” siendo típicamente de unos 5 o 7 años. Además, si duraron al final del “contrato” los chinos se vieron forzados a continuar a trabajar hasta que cayeron muertos. En 1860 se calculó que no sobrevivió ni un solo chino de los 4,000 transportados a las islas desde el comienzo de la industria. Si solo un 50 por ciento de estas afirmaciones fuera verdad las islas tendrían menos de esclavitud y más de campos de concentración nazis.

Lo que no está en duda es la índole del régimen de brutalidad con el que los peruanos gobernaban a los trabajadores. Todos los testigos – y hubo muchos – atestaban que la disciplina consistía de flagelaciones y torturas.  A unos 25 kilometros de la costa, era imposible que los esclavos escaparan nadando. El único método de evasión infalible fue el del suicidio. Según el Journal of Latin American Studies un marinero norteamericano alegó que hubo un caso en 1853 en el que 50 chinos se cogieron de la mano y se lanzaron de un precipicio a su muerte en el mar.

Todas las tripulaciones de las docenas de barcos que acudían a las islas para llenar sus bodegas con los sacos llenos de guano comentaban sobre la barbaridad de las condiciones y habría sido imposible que ningún comerciante de guano no hubiera sido consciente de las condiciones infrahumanas que existían en las islas.

Con la fortuna que ganó con la venta del guano William Gibbs hizo construir en un valle pintoresco de la campiña inglesa, a unos kilómetros al oeste de Bristol, la enorme mansión de lujo, Tyntesfield.

Es la casa emblemática del estilo gótico victoriano. El arquitecto Marc Girouard ha dicho de la casa que, “Estoy seguro de que ya no hay otra casa señorial victoriana que represente tan suntuosamente su época que la de Tyntesfield”.

Durante la segunda mitad del siglo veinte la condición de la casa se deterioró hasta que las reparaciones que hacían falta hubieran costado otro dineral. La familia nunca se las llevaron a cabo. El último habitante de la casa, Richard Gibbs, un soltero que vivía solo y en sus últimos anos únicamente ocupaba tres de las habitaciones mas pequeñas, decidió que la casa debiera ser puesta en venta a su muerte.

En 2002 la casa fue comprada por The National Trust, una sociedad benéfica dedicada a la conservación del patrimonio nacional de Inglaterra, Gales, e Irlanda del Norte.

Es aquí donde se sitúa este otoño la exposición, “William Gibbs, From Madrid to Tyntesfield”, una muestra subtitulada, “A story of love, loss and legacy,” un cuento de amor, pérdidas y herencias. Muchos de los objetos expuestos son obras de arte coleccionadas por William Gibb en España y América Latina. Son en su mayoría cuadros religiosos, entre los cuales destacan varios: el de San Lorenzo llevando la parrilla en la que los romanos le quemaron vivo (William compró este cuadro creyéndolo una obra de Zurbarán  aunque hoy en día está atribuido a su contemporáneo, Juan Luís Zambrano de Córdoba; la Inmaculada Concepción de Alonso Miguel de Tovar, una copia del cuadro de Murillo que hoy se expone en el Prado; hay también uno de Murillo si mismo, uno de sus varios Mater Dolorosa.  Sin embargo, la más impresionante de todas las obras exhibidas es la exquisita Madonna col bambino e Giovanni Batista de Giovanni Bellini pintada alrededor del año 1490. La exposición también incluye muebles, libros, retratos de la familia y otros dispositivos misceláneos. De estos últimos cabe destacar un par de pequeños sahumadores peruanos en forma de pavos reales hechos de filamentos dorados y utilizados como incensarios por los Gibb, una familia anglo-católica. (En la cornisa de madera en la biblioteca está grabado en castellano, “En Dios mi amparo y esperanza”, el lema personal de William Gibbs.)

En paralelo con esta exposición, Tyntesfield pone otra pequeña muestra fotográfica en la que se contrastan la aridez, esterilidad y desolación de las islas Chincha con la opulencia de la casa y la lujuria de los jardines que la rodea. Esta pequeña exposición adicional durará hasta el 4 de noviembre.

Cosa interesante: cerca de la despensa del mayordomo en la planta baja de la casa hay un vitral, una ventana en la que el vidrio contiene hileras de imágenes, alineadas al tresbolillo, de los alcatraces, los pájaros que hicieron la casa posible. (No se ven conmemorados los chinos.)

Además de los jardines ornamentales, la casa posee un huerto amurallado en que se cultivaban las frutas y hortalizas para el consumo de la familia. Al lado hay varios invernaderos, uno de ellos una orangery, una estufa especial, diseñada para el cultivo de naranjos (cosa nada fácil en el clima inglés).

La capilla es inmensa y da la impresión de un mini-catedral. Está modelada en la Sainte Chapelle, el templo gótico situado en la Íle de la Cité en Paris. El trabajo es impecable.

Como ya se ha notado, William Gibbs fue un anglo-católico devoto y después de que se jubilara dió enormes cantidades de dinero para la construcción de iglesias, capillas y otros edificios asociados con su fe, los más famosos siendo la capilla y el gran salón de Keble College, Oxford.

La casa está abierta todos los días menos el día de Navidad y la exposición durará hasta el mes de diciembre. El horario de Tyntesfield y el precio de las entradas se ven en la web del National Trust.

The exhibition, “William Gibbs, From Madrid to Tyntesfield.”

His father, Antony Gibbs (1756 – 1816), in his early career, was an agent for an English exporter of woollen cloth. In 1778 Antony returned to his childhood home, the County of Devon in England, where he started his own cloth-making factory. However, the business failed and Antony was declared bankrupt.

In 1789 Antony decided to return to Spain with the intention of paying off his debts. Once again he acted as an agent for several British exporters. He was accompanied by his wife. His son, William, was born at 6 Calle Cantarranas, Madrid, on 22 May 1790. However, his mother was unable to bear the heat of the Madrid summer and in 1792 she decided to return to England, taking with her the 3 children, Harriet, Henry and the baby William.

The end of the 18th and the beginning of the 19th centuries were difficult times for anybody seeking to establish and sustain business links between England and Spain. Wars came one after another: The Anglo-Spanish War of 1796 – 1802, another Anglo-Spanish war 1804-1809 and the Peninsular War of 1808-1814).

It was during this period that Antony Gibbs decided to look towards Latin America in his search for new business partners. Amongst British merchants this commercial strategy had already become the conventional wisdom of the age. They had all realised that South American countries were seeking independence from the Spanish and Portuguese empires and preferred to strengthen their position by seeking to ally themselves economically and politically through an exchange of goods with prosperous European countries that were thriving and antagonistic to Spain. British firms fulfilled both of these characteristics. By 1808 40% of all British exports were destined for South America.

Antony Gibbs had two advantages over his competitors. Not only could he speak Spanish but he could also rely upon the great influence he enjoyed in the British judicial system: his uncle, Vicary Gibbs, was Solicitor General and it was through his intervention that Antony was able to obtain permission in 1806 for his boat, Hermosa Mexicana, to pass without hindrance through the British blockade that controlled the seas around the coasts of France and Spain.

Meanwhile, his son William was going to school in England and dividing his childhood between England and Spain. From 1806 to 1808 he was apprenticed to the shipping firm belonging to his paternal uncle, George Gibbs a man who had made himself rich, amongst other commercial activities, through the slave trade. In 1813 at the age of 23 William was made a partner in his father’s firm, managing the Cadiz branch.

When his father died In 1816 William and his brother Henry assumed control of the business. However, the great idea of importing guano into the United Kingdom didn’t occur to William until 1840 by which time he was already fifty years old. Strictly speaking, the idea didn’t come from William but from his agent in Lima. In the beginning the project seemed hare-brained and unprofitable. But, before he could say no, his agent had signed an agreement with the Peruvian government to buy the guano. Luckily, William had underestimated the Victorian mania for gardening and the guano sold like hot cakes, for want of a better expression.

He obtained the guano from the Chincha Islands, situated off the Peruvian coast. At that time they were covered in a layer of seabird droppings some thirty metres thick, mainly the excrement of Boobies, the so-called blue-footed albatross. There were millions of tons ready to go.

In limited quantities, the guano, full of nitrates, phosphates and potassium is an ideal fertiliser. But its enormous concentration on the Chincha Islands made them an arid and caustic environment, very harmful to the health of any human being exposed to it for a prolonged period. Nothing flourished in such hostile and acid conditions, least of all the men who were forced to work there.

At the beginning the digging was mainly done by prisoners, recaptured deserters from the Peruvian army and slaves. In this way the Peruvian government kept the cost of production to a minimum and made the venture as profitable as possible.

In 1849 when more forced workers were needed, they began to import “indentured” Chinese labourers, this term being a euphemism for slavery. These labourers were kidnapped or duped and held in barracks until they were transported to Peru.

In the 19th century estimates of the mortality rate of these Chinese forced labourers varied from investigator to investigator. Some estimated that between 1847 and 1859 40% of these coolies died on the journey to the islands. Others said that two thirds of the survivors died during their “indenture”, the duration of said “indenture” lasting 5 or 7 years. Moreover, if they lasted to the end of the “contract” the Chinese were forced to continue working until they dropped dead. In 1860 it was calculated that not one of the 4,000 Chinese who had been transported to the islands since the beginning of the industry had survived. If only 50% of these claims were true the islands would have been more like Nazi concentration camps and less like slavery.

What is not in doubt in the nature of the brutality of the regime with which the Peruvians governed the workers. All the witnesses — and there were many — attested that discipline consisted of whipping and torture. At a distance of 25 kilometres from the coast it was impossible for the workers to escape by swimming. The only infallible escape was suicide. According to the Journal of Latin American Studies an American sailor alleged that there was a case in 1853 in which 50 Chinese linked hands and jumped from a precipice to their death in the sea.

All the crews of the dozens of boats that came to fill their holds with the sacks of guano commented on the barbarity of the conditions and it would have been impossible for any dealer in guano not to be aware of the subhuman conditions that obtained in the islands.

With the fortune he made from the sale of the guano William Gibbs built, in a beautiful valley in the British countryside, a few kilometres to the west of Bristol, an enormous luxury mansion called Tyntesfield. It is the archetypal Victorian gothic mansion. The architect Marc Girouard has said of the house, “ I feel quite confident in saying that there is now no other Victorian country house which so richly represents its age as Tyntesfield.”

During the second half of the 20th century the house became dilapidated to the extent that the necessary repairs would have cost another fortune. The family never carried them out. The last inhabitant of the house, Richard Gibbs, a bachelor who lived alone, and in his final years only occupied 3 of the smaller rooms, decided that the house ought to be put up for sale upon his demise.

In 2002 the house was bought by The National Trust, a charitable society dedicated to the conservation of sites of national heritage of England, Wales and Northern Ireland.

It is here, this autumn, that The National Trust is showing, “William Gibbs, from Madrid to Tyntesfield”, an exhibition subtitled, “A story of love, loss and legacy”. Many of the objects on show are works of art collected by William Gibbs. They are in the main religious paintings, amongst which the most outstanding are: Saint Lawrence carrying the grid iron upon which he was to be roasted to death (William bought this painting believing it to be by Zurbarán, although nowadays it is attributed to his contemporary, Juan Luís Zambrano of Córdoba; the Inmaculada Concepción of Alonso Miguel de Tovar, a copy of the painting by Murillo that today is on show in the Prado; there is also one by Murillo himself, one of his several Mater Dolorosa. However, of all the works exhibited is the exquisite Madonna col bambino e Giovanni Batista by Giovanni Bellini, painted around the year 1490. The exhibition also includes items of furniture, books, portraits of the family and other miscellaneous devices. Outstanding amongst the latter are a pair of small Peruvian perfume burners in the form of peacocks fashioned from gold filament and used as censers by the Gibbs, an anglo-catholic family. (Engraved in Spanish on the wooden cornice in the library is the personal motto of William Gibbs, “En Dios mi amparo y esperanza”, “In God my Refuge and Hope”.)

Running in parallel with this exhibition Tyntesfield is also showing another small exhibition of photographs which contrast the aridity, sterility and desolation of the Chincha islands with the opulence of the house and the lushness of the surrounding gardens. This additional exhibition runs until 4th November.

An interesting note: near the Butler’s pantry on the ground floor there is a stained-glass window which contains images, arranged in staggered lines, of the albatrosses which made the house possible. (There is no homage to the Chinese.)

Besides the ornamental gardens, the house possesses a walled garden in which were grown the fruit and vegetables for the consumption of the family and staff. By the side of this there are several greenhouses, one of them an orangery, a hothouse specially designed for the cultivation of oranges (not an easy thing in the English climate.)

The chapel is immense and gives the impression of a mini-cathedral. It is modelled on the Saint Chapelle, the gothic temple situated on the Íle de la Cité in Paris. The building is impeccable.

As we have already seen, William Gibbs was a devout Anglo-catholic and after he retired he paid enormous amounts of money for the construction of churches, chapels and other buildings associated with his faith, the most famous of these being the chapel and Great Hall of Keble College, Oxford.

The house is open every day except Christmas Day and the exhibition will run until December. The opening hours for Tyntesfield and the price of admission can be found on the web page of The National Trust.