Fue la llegada del ferrocarril que dio comienzo al turismo en Cornualles. La primera línea entre Londres y Cornualles abrió en 1859. Al principio transportaba mineral de cobre y mineral de estaño, productos agrícolas y lácteos, caolín y pescado fresco. Los únicos pasajeros eran hombres de negocios y propietarios de minas. Durante la década 1860 el mercado de cobre y estaño se desplomó vertiginosamente a raíz de la nueva competición de Sudamérica, especialmente de Chile. Pero, conforme la industria minera de Cornualles iba desapareciendo, fueron llegando los turistas, salvando así la rentabilidad de las compañías ferroviarias.
De ahí que The Great Western Railway (GWR) hiciera todo lo que pudiera para fomentar este nuevo salvavidas socioeconómico con la esperanza de que pudiese sacarle las castañas del fuego. En el año 1904 GWR acuñó el término, Cornish Riviera (La riviera córnica), y le puso este nombre a uno de sus trenes: el Cornish Riviera Express estrenó el servicio de London Paddington a Penzance en el mismo año, tardando siete horas y veinticinco minutos en llegar a su destino.

En 1928, hace casi cien años, la GWR publicó su propia guía a Cornualles titulada, «The Cornish Riviera» que, una vez más, implicaba falsamente que se asemejan el clima de esta parte del sur de Inglaterra y el sur de Francia.

El autor del libro se deshizo en elogios del condado e hizo una mención especial del clima, diciendo cosas como:
«La simple verdad es que en Falmouth hace tanto calor en enero como en Madrid, y tanto frío en julio como en Leningrado……Penzance está demostrando ser un formidable rival para Madeira, las Scillies para las Azores y Mullion para Montecarlo»
Y así se dio comienzo a toda una mitología sobre el clima de Cornualles..
¡Ay, por Dios! Esto no solo era una ilusión, sino también una frase dolorosamente inexacta, e incluso pudiera haber perjudicado el argumento del GWR si el público hubiera sido más consciente de la verdadera naturaleza de los últimos inviernos en Madrid. Por ejemplo, en 1914, unos años antes de la publicación de este libro, el enero en Madrid fue tan frío que se congeló el lago del palacio de Cristal en el Retiro, sirviendo de pista de patinaje improvisada durante semanas. En el mismísimo invierno de la publicación del libro, la capital española estuvo una vez más cubierta de nieve.


En el sur de Inglaterra el clima es, por lo general húmedo, pero templado. El invierno es frío y ventoso. Sin embargo hay una leve variación meteorológica regional. Siempre hay más viento y lluvia en la vertiente Atlántica pero cuanto más al este que te vayas, menos lluvia encontrarás. En el pueblo de Penzance, situado cerca de la finisterra atlántica córnica, la precipitación anual es de 1200 mm más o menos, mientras que en la ciudad de Norwich, ubicada en el punto más oriental del país, la precipitación anual es de solo unos 732 mm. También, en el sureste las temperaturas veraniegas son más o menos 4 grados centígrados más altas que las de Penzance. Estamos hablando de temperaturas medias, pero la diferencia real en verano puede ser mucho más dramática. Un día de Agosto estábamos de vacaciones en Whitstable, en la orilla sur del estuario del Támesis, y la temperatura era de 30 grados, mientras que en Penzance los turistas estaban tiritando de frío en temperaturas de 17 grados.
Pero si, se puede decir que en Penzance la temperatura invernal llega a unos 8 grados centígrados, una cifra más alta que la de otros pueblos más orientales. Es verdad que en Penzance se hiela raras veces; no hace un frío tan espeluznante que mueren sus plantas mediterráneas importadas. Por eso es por lo que, técnicamente, y solo técnicamente, se puede aplicar el término subtropical a Cornualles. Este término técnico han explotado sin escrúpulos los vendedores de vacaciones en el «paraíso subtropical» de Cornualles. Pobre de alguien que llega al hotel en Marzo esperando que va a quedar la semana tumbado al lado de la piscina, bebiendo a sorbos un cóctel Margarita y rodeado de selva tropical. La verdad es que hace frío y llueve bastante. ¿Recuerdas el cuadro del paseo marítimo? Norman Gaston ha capturado la esencia de un típico día invernal de Penzance.
Sin embargo, las juntas de turismo locales, los hoteles, las oficinas de turismo y todos los los medios sociales se empeñan en repetir el término como papagayos sin ser capaces de entender su auténtico sentido; aunque los hechos lo niegan tajantemente, el mito del clima mediterraneo o subtropical se le ha pegado al público
Un siglo después de la campaña publicitaria que inauguró la GWR, Cornualles sigue disfrutando del mito de su clima exótico. De hecho, el mito ha prosperado. Cornualles se ha hecho un destino vacacional tan deseable que hoy en día empresas compiten para asociarse con él. Lo que era, alguna vez, nada más que un lejano promontorio rocoso perpetuamente envuelto en neblinas y llovizna, un pobre cabo atlántico llevado por el viento, ya se representa en la publicidad como un soleado Shangri-La rodeado de mares azules, un paraíso en donde el tiempo se detiene en un ambiente de paz donde se ofrece una buena calidad por dinero. Si tuviera una consigna empresarial se parecería al lema sencilla que promociona la Xunta de Galicia desde hace varias décadas, «Galicia, Calidade». No hay empresas que lo hagan mejor que Seasalt, un famoso minorista de ropa de sport. Échale un vistazo en la web. Pero ojo, aunque tienen su sede en la ciudad córnica de Falmouth y su publicidad solo contiene vistas de Cornualles capturadas en días soleados, sus fabricantes primarios no son córnicos; sus prendas se confeccionan en exactamente los mismos sitios de la ropa vendida por sus competidores: India, Turquía, China, Vietnam, Pakistán, Bangladesh, Sri Lanka y Bulgaria.
En el periodo de entreguerras el GWR estuvo orgulloso de que su modo de transporte era el más rápido y cómodo en que los nuevos turistas de la clase media podían trasladarse a su destino. Pero, también la compañía era cada vez más consciente de que estaba amaneciendo una nueva época y que no deberían hacer caso omiso del boom de la industria automovilística.
Por eso se intensificaron sus campañas de publicidad. Además de su colección de guías turísticas sobre todos sus destinos, produjo toda una serie de carteles de varios estilos que siguen siendo muy famosos en este país; aún se venden cientos de miles de reproducciones anualmente.

La literatura romántica de los años de entreguerras, especialmente las muchas novelas de Daphne du Maurier ambientadas en Cornualles ayudaron a socavar la hegemonía del ferrocarril. Las más famosas de sus novelas son Jamaica Inn (La posada de Jamaica) 1936, Rebecca (Rebeca) 1938 y Frenchman’s Creek (El río del francés) 1941.
Durante la segunda Guerra Mundial la gente se divirtió mucho leyendo estas creaciones literarias y durante los años inmediatamente después de la sucesión de hostilidades la idea de irse descubriendo en coche las zonas más remotas de su propio país capturó la imaginación de toda una nueva clase de personas, los propietarios de automóviles. La mejor de estas novelas fue Rebecca (1938) y fue llevada al cine por Alfred Hitchcock en 1940. Rodada en blanco y negro es la version cinematográfica más fiel a la novela gótica escalofriante de du Maurier.
Tanto en la novela como en la película se demuestra la desesperación del malo, Maxim de Winter, por su loca insistencia en conducir su coche clásico descapotable a Londres de ida y vuelta en un solo día para consultar a su abogado, cruzando, de una tacada, todo el sur del país por la primitiva y bastante lenta red vial que existía en los años 30. Ver el coche real aqui: https://imcdb.org/vehicle_62913-MG-SA-Tourer-Charlesworth-SA1407-1937.html Chat gpt estima que en aquel entonces el viaje en coche por carretera, solo de ida, desde St Austell, un pueblo de Cornualles bastante asequible, al centro de Londres, hubiera tardado entre 9 y 12 horas, o incluso más. Claro que du Maurier escribió con licencia poética pero la gente cree lo que gente quiera creer y la mera mención de las palabras «coches» y «Cornualles» juntas, sirvió para estimular las ambiciones de todos los nuevos motoristas. Daba la impresión de que tal viaje era factible. Eso no quiere decir que todos quisieron replicar la hazaña de Maxim de Winter pero, con unas paradas en el trayecto, en unas pueblecitos pintorescos, Cornualles pudiera ser un destino macanudo.
Después para ensalzar aún más el apetito del lector, vino la saga de Poldark escrita por Winston Graham, una serie de 12 novelas publicadas entre 1945 y 2002. Esta saga ha sido no sólo uno de los éxitos literarios populares más fenomenales del siglo 20, sino también una de las series más vistas de la BBC. Hay 43 episodios en las 5 temporadas televisivas.
La saga lo tiene todo. Es una historia informal de Cornualles que trata de los acontecimientos de los siglos XVIII y XIX y las relaciones sociales de la época: las divisiones entre la nobleza terrateniente, la gente pobre que trabaja para ellos, las minas de cobre y estaño, los conflictos entre los dueños y los mineros, la política decimonónica, la reforma laboral, la guerra de independencia de los EEUU, la revolución francesa y un largo etcetera. Se incluye también el esencial triángulo amoroso y todos los conflictos posibles engendrados por la herencia. Es decir, todos los ingredientes de un auténtico culebrón. En cuanto a la popularidad de la serie televisiva, no se puede desestimar la actuación del guapísimo Aidan Turner, que interpretó el papel de Ross Poldark, el protagonista de las últimas temporadas. El otro gran protagonista es el paisaje y el tiempo: los mares embravecidos, los acantilados y las tormentas reflejan la turbulencia interior de los personajes y el espíritu indómito de la región.
Otro gran «influencer» y contemporáneo de du Maurier y de Graham era el famoso poeta del norte de Londres, John Betjeman. En 1908, a la edad de dos años, Betjeman acompañó por primera vez a su familia a Cornualles. A partir de ese año visitaban el mismo sitio todos los veranos. Les acompañaba la criada. Tenían alojamiento en el pueblecito de Trebetherick en el norte del condado. Aunque este pueblo quedaba más cerca de Londres que Penzance, el ramal era más lento que la línea principal, así que el tren de vapor demoraba hasta 9 horas en completar el trayecto desde London Waterloo a Wadebridge, la estación más cercana a su último destino. Cuando llegaron a Wadebridge aún les quedaba a la familia el calvario de dos horas en carruaje tirado por caballos por un camino accidentado y sin pavimentar.
Para ser poeta, Betjeman era muy popular, especialmente entre las clases media y alta. Les caía sumamente bien. Encontraron muy afectuosas y nostálgicas sus series en la tele: programas sobre iglesias, arquitectura, la época victoriana, los trenes de vapor, la frondosa zona norte de Londres (especialmente Highgate), los bonitos pueblos ingleses y el campo (especialmente él de Cornualles). Al visitar estos lugares que amaba tanto, Betjeman se mostraba cómodo y reconfortante, divertido y de buen humor. No hay que subestimar como influyeran sus recuerdos de infancia sobre las vacaciones en Cornualles y la crecida del turismo. Sus muchas salidas en la tele hasta su muerte en 1984 contribuyeron a crear un público vacacional londinense refinado. Hoy en día, si te sientas en silencio y escuchas a escondidas las conversaciones en Cornualles durante la temporada alta, en los pubs más caros de los viejos buenos tiempos o en las cafeterías más bohemias que se encuentran posadas sobre los acantilados, todavía oirás hablar de niñeras y casas en Portugal: todo pronunciado en acentos del sur de Inglaterra, más notables los del acaudalado norte y oeste de Londres. Esta gente reserva para sí las calas más exclusivas que convierten en Kensington del mar o Playa de Highgate. La reconfortante influencia de Betjeman sigue ahí y su mundo veraniego tan pequeño, cariñoso y acogedor sigue siendo para ellos un gran sueño.
Naturalmente, con la llegada de tantos turistas e inmigrantes adinerados, el precio de la vivienda ya se encuentra muy por encima de las posibilidades de la gente local. Un porcentaje significante de las viviendas en el condado son ahora casas turísticas de alquiler, residencias secundarias o casas construidas por inmigrantes ingleses. Curiosamente, el área más afectada donde el porcentaje ha llegado al 70% es la parte que contiene Trebetherick, el mismísimo distrito que hizo famoso John Betjeman.
Aunque sean sitios muy distintos, las causas de estar sin techo en Cornualles son iguales a las de Baleares. Vi recientemente un documental de la emisora alemana Deutsche Welle titulado. «El lado oscuro del turismo: la crisis inmobiliaria en Mallorca» que todavía queda disponible en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=qzsZTYv93Fg . Pero, cosa curiosa: en el documental apenas mencionan la enorme proliferación de residencias secundarias en este sitio de gran afluencia turística. En Mallorca p.ej. el precio medio por metro cuadrado para la venta de viviendas es de 6,000 €/m². El número de propietarios ricos del norte de Europa es fenomenal. Cada mes, cientos de mallorquines tienen que huir a la península porque no tienen el dinero para competir con la gente adinerada de fuera. O sea, es un problema con dos facetas estrechamente vinculadas. Si quieres proteger a la población autóctona tienes que resolverlos juntos. Los gobiernos españoles, nacionales y locales no hacen nada.
En Cornualles, como notamos en el post anterior sobre la crisis de la vivienda, hay pueblos que, en verano, parecen opulentos barrios londinenses, y que en invierno se ponen tristes, vacíos y oscuros. La enorme proliferación de viviendas turísticas y residencias secundarias contrasta fuertemente con la situación de mucha gente autóctona que no pueden permitirse el lujo de tener su propio hogar. Muchos de ellos tienen que subsistir en caravanas y cobertizos. La gente joven no puede independizarse; no tienen la menor posibilidad de competir con la gente adinerada que viene de afuera. El gobierno local (Cornwall County Council) impone un sobrecargo de 200% del IBI en el caso de las residencias secundarias y el gobierno nacional les impone un impuesto de 5% sobre el precio de compra, pero estas medidas fiscales surten poco efecto. La invasión sigue sin tregua.
Imaginaos, que a lo largo de las generaciones vuestra familia ha disfrutado de vuestra casita al lado del mar situado en un pequeño pintoresco pueblo pesquero, pero un dia llega una nueva familia adinerada y aprovechan la delgada faja de tierra entre la playa y vuestra vivienda antigua para construir la casa nueva de sus sueños. Así perdisteis para siempre vuestro sitio de primer plano en la costa. Lo único que queda de vuestra vista del mar es esta pequeña foto puesta en la ventana y este triste anuncio de una cosa perdida.

Y tenemos que hablar del tráfico.
Cuando me refiero de las hazañas temerarias de Maxim de Winter, no digo que uno de los personajes de una novela de una autora inglesa que escribió una novela en los años treinta fuera el responsable del caos del tráfico actual con que uno se encuentra en las angostas carreteras córnicas, pero tuve que comenzar en algún sitio.
Cornualles es un sitio precioso, pero es muy, muy pequeño: una península de apenas 3562 km², una parcela de tierra minuciosa comparada con sus primos atlánticos: Galicia 29574 km² y la Bretaña de Francia 27209 km². Y más allá de las mejoras recientes en las carreteras troncales el resto del mapa es una red de carreteras rurales bastante estrechas. Cuanto más te acercas a la costa, más delicada se vuelve esta telaraña de corredoiras. Aunque ahora están cubiertas de asfalto, sus dimensiones son más o menos iguales a lo que eran en los años cincuenta y no soportan la congestión producida durante la temporada alta. La población actual se estima en 600,000 habitantes y anualmente se reciben alrededor de 4 millones de visitas, un tercio de ellas durante la temporada alta de verano. Y en gran parte, llegan en coche. Los embotellamientos veraniegos son legendarios y cuando un atasco se tropieza con un tractor que viene en sentido contrario, lo de la marcha atrás es a la vez cómico, largo, extenuante, tedioso y requiere de mucho tiempo para escaparse, e implica para todos los involucrados una sobredosis de frustración tremenda.
Hay que mencionar tambien que los precios de las casas no son las unicas cosas que se han aumentado tanto. Los precios de todo se han hecho estratosféricos. El efecto en cadena de tantos visitantes ha sido la creación de una inflación de todos los precios locales. Un par de ejemplos.
El coste en Padstow, (situado en la otra orilla del río Camel frente a Trebetherick), de un fish and chips para llevar que se vende en una tienda en nombre del famoso chef, Rick Stein, es el doble del coste medio nacional. Este año su cod and chips para llevar te cuesta €24.30. Es decir, no solo has tenido que pagar un dineral, tienes que buscar sitio para comerlo, sosteniéndolo en el regazo sin derramarlo. En el caso de lluvia tendrás que comerlo en coche, pero en este caso, el coche huele a pescado rancio a lo largo del resto de tus vacaciones.
He notado que en algunos sitios de gran afluencia turística se practica una economía doble. Lo noté por primera vez hace unos 15 años cuando el tendero en una pequeña tienda cerca del sitio donde se ambientaba El río del francés, me preguntó ¿eres local? El intimaba que había un precio para la gente de ahí y otro para visitantes. Tuve que confesar que no, y como resulta, me cobró el doble.
Segundo ejemplo. Si estás de vacaciones y está lloviendo y si estás contemplando el perenne problema de que haces con los peques cuando está lloviendo y es imposible que los lleves a la playa, bueno, ¿como no coger el paraguas y dirigíos al castillo del rey Artur? ¿No se te ha olvidado como el rey mítico fascina a los niños? Desde la invención del mito, muchos pueblos han competido por el honor de ser la sede del supuesto Rey Artur. Pero, aquí en Cornwall tienes el líder actual del mercado, el mucho anunciado y muy publicitado castillo de Tintagel. Aunque los restos del castillo no son nada más que unas míseras pilas de piedras, los precios de entrada en sí mismas deben convencerte de la autenticidad de las reivindicaciones de Tintagel de ser la auténtica fortaleza del solo y único rey Artur. Este año una entrada familiar os va a costar €67.74.
La evidencia arqueológica sugiere que el castillo no se construyó en el siglo VI durante el apogeo del supuesto rey Artur, sino en la época de los normandos. Otro castillo normando del mismo periodo que está regentado por la misma compañía, English Heritage, es el de Goodrich en el condado de Herefordshire. El castillo se encuentra en muchas mejores condiciones que el de Tintagel y el precio de entrada para una familia es de €36.45.
Érase una vez, cuando yo era joven, que la costa era libre para todos. Ahora todo tiene precio, y todos los precios están por las nubes.…..Esto si que es el problema del sobreturismo, dondequiera que ocurra.