
Foto: Nelo Hotsuma via Wikimedia Commons
No hay nadie en el mundo occidental que no se de cuenta del lío en que los ingleses nos hemos metido con el Brexit: nuestra economía se ha ido a la mierda para satisfacer a la xenofobia de la extrema derecha inglesa.
El Brexit fue un abuso de la democracia PERO no fue del todo en vano si sirve de advertencia a otros países que se presumen de su pluralismo, tolerancia y libertad.
Si alguna vez, por ejemplo en España, en Catalunya o en Escocia, os veis tentados por un referendo y queréis evitar caer en la misma trampa en que hemos caído nosotros, os ruego, de todo corazón, que insistáis en una mayoría rotunda porque es una vergüenza que un plebiscito sobre la soberanía del estado pueda ser vinculante cuando se gana con solamente un 37,4% de los votantes registrados en el país.
En el día 23 de junio de 2016 el electorado británico, es decir el total de los votantes registrados en el país, se cifró en 46.501.241 personas. Aquél día 17.410.742 de ellas votaron para abandonar la Unión Europea. Es decir, solo un 37,4% del electorado votó a favor del Brexit (menos de 4 de cada diez personas con derecho al voto). Sin embargo este porcentaje tan reducido del electorado obtuvo una simple mayoría y según las reglas del juego esto fue suficiente para que los brexiteros se salieran con la suya; para que tuvieran el derecho de cambiar el rumbo económico y político de la nación entera e iniciar el proceso de salir de uno de los bloques económicos más importantes y más prósperos del mundo.
Si permitimos que este porcentaje tan reducido del electorado británico tenga este poder sobre el resto de nosotros es nada menos que hacer el ridículo, es una reducción de nuestra democracia al absurdo y un abuso de la tolerancia política de la que tenemos tanto orgullo en el Reino Unido.
Ya sé, ya sé. Soy un resentido que quiere cambiar las reglas del juego porque perdimos el voto. En lugar de ser quejica, yo debería aceptar el resultado porque representa la voluntad del pueblo. Los brexiteros han ganado una simple mayoría, y punto. Y si mucha gente no se dio la molestia de no votar, pues allá ellos. Que se rasquen.
Pues, no estoy convencido. Puede que este resultado y este nivel de participación tan patético sean aceptables en el contexto de unas vulgares elecciones generales, normales y corrientes en las cuáles la gente solo tiene que elegir entre los conservadores y los laboristas, los azules y los rojos. A lo largo de los últimos cien años hemos practicado una alternancia de poder entre los dos partidos. Solemos echar al partido gobernador a la calle cada diez años cuando se ha vuelto tan corrupto que el público ya no confía en ellos. Es decir, en tales comicios no votamos en un intento de cambiar el sistema de gobierno, solo acudimos a las urnas para darle un escarmiento al partido en el poder. Muchas veces estas elecciones son de escasa importancia: preferimos este partido porque nos promete impuestos más bajos o aquél partido porque dice que va a aumentar las pensiones etc etc.
Por eso es por lo que yo creo que deberíamos exigir un compromiso más firme al electorado cuando le encomendamos una decisión de tan alta importancia como la de variar nuestros sistemas de gobierno y economía. En un plebiscito sobre un tema tan trascendente como él de nuestra pertenencia continuada a la UE deberíamos pedir al electorado una afirmación fuerte o un rechazo rotundo. Si un tema es de tal grado de importancia que se necesite un plebiscito para resolverlo, es razonable que insistimos en que la votación produzca una mayoría capaz de resistir los pequeños titubeos e incertidumbres endémicos en la opinión pública. Yo sugiero que, por lo menos, un 50% del electorado entero debe de mostrarse convencido de los méritos de un cambio en el sistema de gobierno antes de que el resultado se tome en serio.
La lección para un país como España, otra nación que se ve asediada por demandas de un referendo sobre la independencia de Catalunya, es obvia. Sabemos de sobra que actualmente los referendos sobre la independencia de las Autonomías son ilegales. Pero, nada permanece igual por siempre y si, en un futuro, fuerais a modificar la Constitución para permitir que los referendos sean permitidos, os ruego que pongáis límites realistas; que insistáis en una mayoría rotunda; que elevéis el listón lo suficientemente alto: que utilicéis parámetros sensatos. Cuando la gente vota por algo, tened cuidado de que no haya lugar a dudas en cuanto al resultado.
Por favor, aprended del gran error que hemos cometido.