Fútbol en la tele

Michael Robinson, 1958-2020, delantero central de Brighton en la final de la FA Cup de 1983. Foto: Malopez 21, quien escribió, «Descanse en Paz, maestro…D.E.P»

Se nos está acabando la temporada, una temporada rara y paradójica, en la que no hemos asistido a ningún partido pero en la que hemos visto más fútbol que nunca.  El virus nos echó por tierra toda posibilidad de asistir en persona, pero, a la vez, las plataformas digitales respondieron con una oferta televisiva que garantizó que ya podíamos disfrutar de una butaca de lujo en la tribuna para cada partido de la Premier League y todo a un precio muy por debajo del coste de una entrada al estadio.

Pero, dice la gente, la tele no te da el placer de estar ahí en vivo y en directo. Además, dicen, el partido no es solamente una cosa de noventa minutos: la emoción empieza mucho antes y finaliza mucho después. Todo comienza cuando te reunes con los amigos en el pub cerca del estadio, un local abarrotado de hinchas del equipo de casa, un mar de azul o rojo o cualquier color que sea. Unas pintas más tarde todos salís juntos del bar equipados con una sensación de invencibilidad, una cosa que solo se obtiene de una mezcla de unas cervezas y mucha camaradería. Y cuando emergéis a la calle, esta se ha hecho un torrente de fans que confluye con otro y otro y otro hasta que juntos estos afluentes forman un auténtico río que, media hora después, desemboca en el estuario del estadio. Una vez que estás dentro ves como el aforo comienza a llenarse, oyes el ruido, los gritos y las bromas de siempre, compras las empanadas de mierda que se venden en los chiringuitos, escuchas a los ultras coreando sus obscenidades, tus héroes salen al terreno, y de repente se te abre de golpe la válvula de escape que suelta toda la mierda que se te ha ido acumulando a lo largo de la semana. Esta es una experiencia muchísimo más emocionante que la de estar sentado frente al televisor durante noventa minutos.

Bueno, si. Entiendo eso. Pero, espera un momento. Hace muchos años que yo no vivo en Brighton y no tengo muchas posibilidades de ver al Albion en vivo y en directo. Pero, ahora,  me he acostumbrado a ver a las Gaviotas cada semana en la tele. Antes del advento de Sky Sports en 1990 no salían nada en la tele en vivo* ― tenías que esperar hasta las 11 de la noche del sábado para ver el resumen de la jornada en la BBC en su programa, Match of the Day. Ya entonces, sólo disponías de 5 o 10 minutos para repasar la buena fortuna o la mala suerte de tu equipo.

*Esto no es del todo cierto. En 1983, el año en que Brighton descendió de la antigua Primera División, el equipo jugó la final de la FA Cup que yo vi sentado en un bar de Corfú. Empataron con el Manchester United y habrían ganado en el último minuto si su interior derecho, Gordon Smith, no hubiera desperdiciado el pase milimétricamente perfecto que le había otorgado el delantero central, un tal Michael Robinson. (Sí, él de Osasuna y Acento Robinson). Perdieron la repetición 4-0. 

Para mí, los partidos televisados esta temporada han sido un regalo. No solo para mi, sino también para muchas otras personas que no tienen la oportunidad o la inclinación a asistir en persona, es decir, los enfermos, los ancianos, los discapacitados, los cuidadores que están ocupados largas horas en casa, los trabajadores que tienen horarios laborales incompatibles. Y, por supuesto, no debemos olvidarnos de las personas que simplemente prefieren sentarse a ver el partido sentadas en el sofá o en el bar. 

Hay que mencionar también los otros méritos de la retransmisión. Desde la altura del andamio que soporta la cámara de la televisión tú tienes una vista muchísimo superior a la que se obtiene de las gradas. Desde tu perspectiva en lo alto del estadio puedes analizar los puntos fuertes y débiles de cada equipo. Tienes repeticiones de varias cámaras situadas a ángulos distintos, y te beneficias de las observaciones de los comentaristas ― bueno, eso quizás no. Llegas a conocer a tu equipo a fondo. Desde tu asiento en el palco puedes contemplar la totalidad del partido como si fuera una actuación no sólo estratégica sino también estética y apreciar mejor la interpretación artística del beautiful game. El fútbol es, en las palabras del título de la autobiografía del antiguo futbolista británico, Alan Hudson, The Working Man’s Ballet, El ballet del obrero.

Este largo confinamiento, que rezamos que esté llegando a su fin, ha demostrado que hay otro público que quiere que siga la retransmisión en directo de todos los partidos de la Premier. Es un público que no puede o no quiere superar los obstáculos que les impiden asistir al partido en persona, especialmente si se trata de uno de esos encuentros que no arrancan hasta las ocho. ¿Cuántas horas tardas en salir de un estadio de 50,000 personas de la Premier League después de un partido? ¿Cuántas horas esperas hasta que llegue un bus, un tren, o un metro que ya no esté a punto de reventar?  Y mientras esperas siempre hay un grupúsculo de mamarrachos que buscan una pelea y no les importa que sus víctimas no pertenezcan al bando de los hinchas visitantes: van a por quienquiera, siempre y cuando superen en cantidad el número y la fuerza de sus contrincantes. Además, estás en Inglaterra, tu equipo ha perdido el encuentro, son las once de la noche, está lloviendo, los bares han cerrado y hace un frío de carajo.

Si te interesa el fútbol, desplázate hacia abajo para leer “La Media Inglesa: el fútbol inglés por ojos españoles” 20 Nov 2020 y “¿Puede que el fútbol sea la clave para erradicar el racismo?” 7 Jan 2020.

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